Pilar Monzón nació en La Puebla de Híjar hace 67 años y lleva 37 vendiendo castañas en la plaza San Miguel. Asegura que es la castañera más antigua de la ciudad y confía en que el oficio no desaparecerá. La pandemia, eso sí, ha desplomado sus ventas.

-En invierno, la plaza San Miguel ya no se concibe sin su puesto. ¿Cuánto tiempo lleva en la misma ubicación?

-Llevo desde el año 1983 en el mismo sitio. Casi nada. De hecho, soy la castañera más antigua de Zaragoza. Y, además, abriendo todas las tardes de la semana durante la campaña de venta, que va del 1 de octubre al 31 de marzo. Pero no me cansa. Me gusta mucho mi trabajo y hablar con los vecinos y los clientes. Hay algunos que venían con sus padres o sus abuelos de pequeños a comprar y ahora vienen con sus hijos. Me encanta esa relación de familiaridad que se ha creado.

-¿Cómo empezó con el puesto?

-Una conocida me avisó de que el ayuntamiento iba a conceder algunas licencias para instalar puestos de castañas y me apunté. Fui yo la que elegí la ubicación, porque me parecía una zona comercial y de mucho tránsito en la que había espacio y no molestaba. Y aquí sigo 37 años después. Tengo 67 y no me quiero jubilar, aunque últimamente aguanto peor el frío. Los días de viento y niebla son los peores.

-¿Cree que el oficio acabará desapareciendo?

-Hace unos años decía que sí, pero ahora creo que no. El ayuntamiento ya no concede más licencias, pero yo creo que va a mantener los ocho puestos que hay en la ciudad. Suelen pasar de generación en generación, pero hace poco falleció la castañera de la calle Don Jaime y permitió que lo cogiera otra persona. De hecho, ahora en casi todos los puestos hay personas más o menos jóvenes. Todos los puestos se han mantenido abiertos en los últimos años y eso ya es un logro. Hay en El Corte Inglés, la plaza Paraíso, la plaza Aragón, en Independencia, la calle Alfonso, Don Jaime y la mía.

-¿Y usted tiene relevo generacional?

-Mis hijos no están por la labor de ser castañeros, además viven fuera. Ya veremos lo que hacemos cuando me jubile.

-¿El resto del año trabaja en otra cosa?

-Por temporadas instalo otros puestos. Para Semana Santa por ejemplo vendo palmas, sobre todo para los niños.

-¿Cuál es el secreto para vender las mejores castañas?

-Comprar el mejor género y hacerlo todo con cariño. Yo las que compro son de Galicia, que son las mejores y las más grandes. Tengo el mismo suministrador desde hace mucho tiempo. Las prefiero pagar un poco más caras y que sean de calidad. La docena las vendo a 3,50 euros y en un día bueno puedo llegar a vender unas 20 docenas. Las mejores épocas de venta son para las Fiestas del Pilar, que es cuando hay más visitantes en la ciudad, y para la Navidad. Depende mucho del tiempo. Cuando no hace mucho frío la gente no compra casi.

-¿Está notando los efectos de la pandemia?

-Mucho, la venta ha bajado una barbaridad porque también hay menos gente por la calle. Además, este año abrimos un mes más tarde por lo del virus. En los últimos años quizá la gente compra algo menos, pero también viene mucha gente joven a comprar castañas. Yo creo que el oficio se va a mantener, porque al final es una tradición muy arraigada en toda España.