Es la directora del Centro de Formación y Capacitación Sopeña de Zaragoza, una fundación que lleva más de 107 años trabajando en la capital aragonesa. Desde ayer y hasta el domingo, su Rastrillo del Hilo abre de nuevo las puertas.

-Ayer estrenaron nueva edición de su Rastrillo del Hilo.

-Sí, acabamos de empezar, con un rastrillo que sirve como concienciación pero que también consigue recaudar fondos para nuestros proyectos, para ayudar a personas en situación de exclusión tanto en Zaragoza como en otros centros que tiene la fundación.

-Es una convocatoria doblemente solidaria. Lo que se vende, en buena medida, está fabricado artesanalmente en los talleres de la fundación.

-Las personas que se ocupan de confeccionar a mano lo que se vende en el rastrillo pertenecen a talleres que se realizan en el centro. Es una iniciativa que preparan con mucha ilusión cada año y que nació con la celebración del centenario de la presencia de la fundación en Zaragoza, en el año 2012. Es verdad que también hay mucha gente que nos dona cosas, pero los talleres son el alma de este proyecto. No solo fabrican, sino que también son las voluntarias que hacen posible que el mercadillo esté abierto hasta el domingo.

-Este año han complementado el mercadillo con otras actividades.

-El sábado por la tarde tenemos un festival con la colaboración de la Asociación San José-La Paz. Ten en cuenta que nosotros no solo queremos recaudar dinero con el rastrillo; también queremos que esta sea una oportunidad para que la gente se acerque a nuestro centro. Hay muchas cosas por hacer, por ejemplo, como voluntarios.

-Usted incide en que, más allá de la convocatoria de estos días, el centro hace mucho el resto del año.

-Nuestro centro es, sobre todo, un centro de capacitación. Tenemos un área de Acción Solidaria, donde se enmarcan el trabajo de sensibilización y el departamento social, donde estamos los profesionales. Y el área de Formación, donde están integrados los talleres, y de capacitación.

-La fundación lleva en Zaragoza desde 1912. Es una larga historia.

-Y casi siempre, en la calle Boggiero. Decimos que este es un lugar de segundas oportunidades, donde tienes la capacidad de superarte. Y hemos tenido que evolucionar con los tiempos. Actualmente damos formación y capacitación a quien lo necesite y, principalmente, atendemos a refugiados e inmigrantes, porque su vulnerabilidad es más alta. Pero antes fueron otros perfiles.

-La familia Sopeña, como la llama usted, trabaja a nivel internacional.

-Hay centros que siguen ese mismo lema. Y grandes historias. En Ecuador, en su momento, a partir de nuestros proyectos se organizó una cooperativa. Y a partir de ahí, creció una ciudadela que se llama Ciudadela Sopeña. Es precioso.

-Su fundadora, Dolores Sopeña, debió ser una mujer impresionante.

-¡Y en su época! Nació en 1848, en el seno de la alta sociedad. Siempre quiso ayudar. Siendo alguien con recursos, tenía tal sensibilidad que entraba a las barriadas a echar una mano. Tenía unas creencias religiosas y unos valores especiales. Seguramente, no podría imaginar que con su actitud generaría todo esto.