En el paraje del Trasbol, donde las hoces del Manubles dotan de gran riqueza biológica la fauna y la flora del entorno, se erige la tierra del bu, conocida así porque anida el búho real, y porque los paisanos de Moros prefirieron renombrar como el bu. Un terreno de cárcamas -como se conoce allí a las cárcavas-- que se alza sobre una zona de monte, tomillo, enebros y aliagas, que adquiere distintos cromatismos al pasar las estaciones, entre el cobrizo otoño y los colores intensos de la primavera. Y al que el río Manubles nutre de diversas especies de plantas y animales. El búho comparte las alturas con los buitres, y además a pie de tierra se han dejado ver no hace mucho especies amenazadas como el lince.

Remontando el río, a quince minutos, se contempla una vista insólita de Moros, con decenas de viviendas asomadas al acantilado, unas sobre otras, colgadas al borde del abismo que dan la espalda al municipio para mirar al Manubles. A algunas sólo se accede por el tejado, ya que tienen su asiento varios pisos por debajo del pie de la calle. Desde ese punto se abren los dos senderos en la margen izquierda del Manubles, uno sobre la loma del monte, y otro a la altura del río, que se unen en las carcamas. Siguiendo el río sobre la loma se llega al balcón del diablo, otro precipicio, en este caso natural, que altera la estabilidad de cualquiera que mire abajo. El otro camino rodado que parte de Moros discurre por la margen derecha y permite una vista de estos parajes más distante, pero no menos embaucadora.

En la recta final del Manubles, ya en el término de Ateca, se llega a la Peña del Aguila, donde anidan rapaces como el águila, que en otros tiempos fue imperial, aunque emigró, al igual que sucediera en otras zonas, y poblaron la zona otras águilas de distintos tipos.