La muerte de un joven jugador de fútbol en el campo del Nuevo Ranillas, en el Actur, recientemente, ha vuelto a poner encima de la mesa el debate sobre la posibilidad de tener desfibriladores en los centros donde se practica deporte. No es una garantía total, pero es una posibilidad y, eso, ya debería ser suficiente para que los clubs, incluso con la ayuda de los poderes públicos en las categorías inferiores, buscaran recursos para lograrlo. El deporte es una actividad promocionada desde los gobiernos, orientar las inversiones en elementos de prevención o de respuesta inmediata tiene que valorarse, ya.

El joven de 21 años, Raúl Alcaide Asensio, murió de forma súbita en Zaragoza cuando jugada un partido de fútbol de la primera regional aragonesa con su equipo, el San Andrés.

El joven se desplomó sobre el terreno de juego poco después de comenzar el segundo tiempo del encuentro que disputaba su equipo, el San Andrés-Asociación Familiar, contra el Perdiguera en las instalaciones municipales de Nuevo Ranillas, en el barrio del Actur de la capital aragonesa.

Raúl Alcaide, quien había marcado en el primer tiempo el gol que suponía el empate para su equipo, se desplomó sobre el terreno de juego de forma fulminante sin que las dotaciones médicas de los bomberos y el 061 desplazados pudieran hacer nada por salvar su vida. El equipo y sus compañeros quedaron desolados, ya que el joven nunca había tenido problemas de corazón.