Muchos quizás no supieran que Enrique Sarto Lázaro se llamaba así, popularmente fue conocido como Enrique 'El Amado'. Recibía el apodo de su padre, Amado Sarto Fleta (era primo del tenor aragonés).

Enrique nació en Villanueva de Gállego, y aunque su vida laboral se desarrolló en Renfe, la gente de cierta edad le recuerda por ser el último colchonero del pueblo, un oficio ya desaparecido como tantos otros. Enrique cogía sus bártulos e iba a la casa donde le llamaban, allí le esperaba el viejo colchón de lana. 'El Amado' vareaba la lana vieja y la mezclaba con la nueva, una vez terminada la faena cosía el nuevo colchón, que ya estaba listo para ser usado hasta el año siguiente y así, durante mucho tiempo era habitual verle con su bicicleta, sus palos y su mochila, donde guardaba su aguja y sus hilos camino de una cochera o de un patio donde ejercía un oficio que había aprendido de su madre. Se puede decir que Enrique conocía los secretos de todos los colchones del pueblo, quizás por eso era discreto, callado, silencioso y muy amable.

Cuando le llegó la hora de la jubilación, este hombre intemporal e inquieto, dedicó su labor a la tercera edad. Enseguida encontró un lugar donde poder ejercitar su afición, la petanca, en el viejo jardín de la antigua Casa del Médico, el actual consultorio. Espacio que él cuidaba con especial esmero. Cuando no estaba allí, lo normal era verle en el local social de la tercera edad, siempre dispuesto a participar u organizar algo. Atento, amable, discreto, Enrique se fue casi sin decir nada la víspera del día de San Isidro de este año a los 84 años. Descanse en paz Enrique Sarto Lázaro, por siempre 'El Amado' y querido.