La Gaceta Literaria dedicó su número del 1 de octubre de 1928 al cine, un tema que desde el inicio de la revista, en 1927, había suscitado el interés de su director Ernesto Giménez Caballero y del grupo de colaboradores, entre los que se encontraba Luis Buñuel. No hacían falta explicaciones para el monográfico: «Nuestra juventud nos exime de justificar nuestros entusiasmos. Todos los jóvenes sentimos el Cinema. Es nuestro. Él, es un poco nosotros». Y en su tarea de «encauzar corrientes del mundo nuevo en nuestro país», la revista anunció la próxima creación de un Cineclub en Madrid para cineastas y para quienes «no pudiendo viajar por estudios y sociedades extranjeras de cinema, desearían contemplar films superiores, de estricto circuito o de rápido tránsito por el mercado mundial»

Las sesiones, de periodicidad mensual, incluirían tres películas: documental, de repertorio y de vanguardia, junto a una breve conferencia a cargo de un profesional del cine o de un escritor de vanguardia. La cuota mensual: 3 pesetas para las mujeres y 4 para los hombres.

Diversos incidentes técnicos y administrativos retrasaron la sesión inaugural del Cineclub Español, dirigido por Giménez Caballero y Luis Buñuel, al 23 de diciembre de 1928. El programa, que se presentó en el cine Callao, incluyó, tras las palabras de Gecé, un documental, Tartufo de Murnau, y L’Étoile de mer de Man Ray. El 26 de enero de 1929 el Palacio de la Prensa acogió la segunda sesión en la que se proyectó El cantante de Jazz de Crosland, primera película sonora que se vio en España. La presentó Ramón con el rostro pintado de negro.

Impulsos de vanguardia

Hasta Zaragoza llegaron los ecos del éxito que acompañó a los estrenos de la película Un chien andalou de Luis Buñuel y Salvador Dalí en París (6 junio 1929) y en Madrid (8 diciembre 1929). A la mayoría sorprendió el origen aragonés de Buñuel y para quienes estaban enterados urgía crear un cineclub en la ciudad donde poder contemplar la película junto a otros filmes de vanguardia. El modelo ya existía. El 25 de enero de 1930, Tomás Seral y Casas escribió un artículo en La Voz de Aragón sobre Un chien andalou y Buñuel: «Su valía está harto justificada por su ausencia, pues todos sabemos la fuerza centrípeta que producen nuestras esferas artísticas»; e insistió en que Zaragoza no disponía de un cineclub.

Al día siguiente, el mismo periódico publicó un comentario de Narciso Hidalgo para informar que Seral y Casas, «paladín del vanguardismo literario y su representante genuino en la ciudad», había propuesto la fundación de un cineclub en Zaragoza según el modelo de otras ciudades; la iniciativa ya se había tratado en anteriores ocasiones pero ahora podría salir adelante por el apoyo del «sector inquieto de nuestros artistas juveniles. Pintura, escultura, literatura vanguardistas, han creado adeptos aragoneses y nadie es capaz de contener estos impulsos de avanzada, tan combatidos en todas partes pero dignos de admirar por la significación de deseos renovadores que en sí encierran. Los vanguardistas necesitan esta expansión que, a la vez de agruparles definitivamente librándoles de la indiferencia y la hostilidad, les permita crear mayor número de iniciados en el paraíso del arte de las sublimaciones».

Para concluir, adelantó que se habían iniciado gestiones para proyectar en Zaragoza Un chien andalou, y que esas gestiones bien pudieran ser el comienzo de las «veladas del Cine-Club Zaragozano». Sí, Narciso Hidalgo es el mismo Narciso Hidalgo que ante las obras de González Bernal en el Rincón de Goya (octubre 1930) confesó no entender nada de nada de la «vanguardia superlativa» del artista. Ni la entendía ni le gustaba. Que ese era el ambiente de vanguardia de la ciudad. Por tenerlo en cuenta.

En la mañana del domingo 27 de abril de 1930 se celebró la sesión preparatoria del Cine-Club Zaragozano en el cine Alhambra. El programa incluyó el drama La dama de las camelias, el filme sueco Historia de la brujería, y Un chien andalou. Durante los días previos, la prensa, y en especial La Voz de Aragón, informó sobre los propósitos de la iniciativa a cargo de jóvenes entusiastas «del cine por el cine mismo, que admiran sus concepciones artísticas más modernas».

Al periodista Andrés Ruiz Castillo se encomendó la presentación y la lectura del texto enviado por Giménez Caballero, y de los escritos de Fernando Castán Palomar sobre el cine de hacía veinte años, y de Narciso Hidalgo, que tituló Me gustaría haceros llorar un poco para que riáis. El Cine-Club Zaragozano, filial del Cineclub Español, seguía el mismo esquema de presentación de películas y conferencias. En aquella primera sesión hubo aplausos y polémica, al precio de 10 céntimos. «Cine íntimo. Cine expectante. Zona experimental de cinema donde todos los tanteos, todas las reacciones, todas las audacias están seguras. Libres de exigencias comerciales, sirviendo a las orientaciones auténticas, desafiando a la crítica» leemos en La Voz de Aragón (20 abril), que hizo público el agradecimiento a las oportunas y entusiastas gestiones de Bonifacio Fernández Aldana. A la recepción de Un chien andalou dedicaremos el próximo Visor.

Las siguientes citas

Los responsables del Cine-Club establecieron que las sesiones tendrían lugar los domingos por la mañana en el cine Alhambra, pero debido a diferentes problemas las citas semanales no se cumplieron. La segunda sesión se retrasó al 18 mayo. Incluyó La mano, varios filmes científicos de Painlevé, La petite Lili de Cavalcanti y La perle, de concepción surrealista. El doctor Marañón mandó un texto tan largo que Ruiz Castillo no terminó de leer debido al pataleo de los asistentes. Seral se quejó en La Voz de Aragón (21 mayo) de un público tan provinciano: la fisonomía espiritual de Zaragoza, una ciudad con 160.000 habitantes, es la que desgraciadamente, constató, «le da un casino del Coso».

Nueva cita el 1 de junio: se proyectó el Noticiario del Cine-Club, la película Avaricia, de Stroheim, y de nuevo, y otra vez con cortes impuestos por la censura, Un chien andalou. El público pateó y desde la prensa se advirtió del riesgo de desaparecer al poco de nacer. Siguió la última sesión de la primera temporada, el 15 de junio: La revolución rusa, Sombras (Le montreur d’Ombres) de A. Robison, y Cristalizaciones, film de vanguardia química.

La sesión inaugural de la segunda temporada se celebró el 23 de noviembre: Amante contra madre, Los Tártaros y Esencia de verbena, filme de Giménez Caballero basado en una obra de Ramón. No llegó TSF, película de vanguardia radiocinemática, que se programó en la sesión del 7 de diciembre, junto a La vida mariposa. La última cita del año, el 21 de diciembre, reunió junto a una película documental sobre la Primera Guerra Mundial, El muñeco mecánico y Bluff.