El año 1950 marcó el principio del fin del Grupo Pórtico, aunque mejor deberíamos decir de las experiencias con la abstracción que, desde 1948, ocuparon a Santiago Lagunas, Fermín Aguayo y Eloy Laguardia. La exposición de sus obras en el saloncillo del diario Alerta de Santander (23 febrero-4 marzo, 1949) fue la última en la que se presentaron como Grupo Pórtico de Zaragoza. A partir de entonces, sus apellidos nominaron las exposiciones individuales en Madrid, Bilbao y Zaragoza. Hacía tiempo ya que Pórtico, la librería de Alcrudo en Zaragoza, no les (re)presentaba; concretamente desde la exposición Pintores de Aragón, celebrada en la galería Buchholz de Madrid (febrero, 1948), en respuesta al intercambio pactado con Alcrudo, que organizó la colectiva 4 pintores de hoy. Palazuelo-Lara-Lago-Valdivieso, en el Centro Mercantil de Zaragoza (enero, 1948).

Tras aquella primera exposición en Madrid, siguieron las de la galería Stvdio de Bilbao (abril, 1948), en la que por vez primera figuraron obras de Eloy Laguardia, y de nuevo en Buchholz (junio, 1948) donde su director Karl Buchholz expuso pinturas y acuarelas de Aguayo, Lagunas y Laguardia, los artistas que le interesaban.

Cuando regresaron al año siguiente, lo hicieron con sus apellidos. ¿Decisión de Karl Buchholz?, o ¿debido a que Alcrudo, o los propios artistas, lo consideraron más oportuno para evitar posibles confusiones dado que no estaban relacionados artísticamente con la librería Pórtico? De cualquier modo, los artistas eran conocidos como Grupo Pórtico; así al menos lo leemos en la carta que Mathias Goeritz, que tan estrecha relación mantuvo con ellos, envió a Rafael Santos Torroella, el 11 de marzo de 1949, a los pocos días de finalizar la mencionada exposición en Santander y en cuyo folleto escribió el texto de presentación. En la carta le decía que «Lagunas, arquitecto (para ganarse la vida) y pintor es el jefe de un grupo de jóvenes pintores que se llama Grupo Pórtico de Zaragoza. Son los pintores que pertenecen a lo mejor que hay en pintura actualmente en España».

TIEMPO DE MADUREZ

Si 1949 había sido un año extraordinariamente fértil en exposiciones y proyectos, entre los que destaca la intervención pictórica en el cine Dorado, 1950 fue un tiempo de madurez en el cual Lagunas, Aguayo y Laguardia se introdujeron con decisión y rigor inusitados en la abstracción de naturaleza constructiva. La selección de pinturas realizadas entre 1948 y 1950, que los artistas mostraron en su segunda exposición en la galería Stvdio de Bilbao, inaugurada el 15 de noviembre de 1950, supuso un singular recorrido por los resultados obtenidos durante años de constante investigación. Desde El Correo Español-El Pueblo Vasco, L. de A., que tituló su crónica El grupo Pórtico de Zaragoza en la sala Stvdio, a pesar de que la exposición se presentó como Aguayo, Laguardia, Lagunas. Exposición de pintura, dejó claro la poca estima que sentía por ese tipo de pintura nueva, «aunque parte de ella sea cosa de ayer, cosa más grave que ser de anteayer», quizás «porque nuestra espiritual disposición no posea suficiente madurez para gozarla», pese a reconocer sus posibles valores «de indiscutible tormento estético» que, sin embargo, no permitían saber si se ha detenido o va más allá.

El 21 de noviembre de 1950 el Centro Mercantil de Zaragoza presentó la exposición Lagunas, Aguayo, Laguardia. Exposición de pinturas. Aparte del cambio en el orden de los nombres con respecto a la celebrada en Bilbao apenas una semana antes, no se conoce la selección de obras que se presentaron aunque todo hace pensar que prácticamente serían las mismas. Las crónicas -pueden consultarse en el catálogo de la exposición Grupo Pórtico. 1947-1952, dirigida por Concha Lomba y Gonzalo Borrás en 1993- informaron de la «multitud de curiosos más numerosa que nunca» que acudieron a ver la exposición, definitivamente abstracta, insistieron. «Prescinden ya de toda forma visible (...) Son lienzos que no expresan nada, ni quieren expresar nada», escribió Luis Torres. La entrevista que Adrián Guerra hizo a los artistas momentos antes de la inauguración para Amanecer (26 noviembre), fue insultante. Para ocultar su ignorancia empleó un tono jocoso. De todas las obras en exposición sin duda la mejor era, en su opinión, el cartel anunciador, El hada, que había realizado Anita Mari, la hija de Lagunas, de cuatro años. Le dieron la razón: «precisamente nosotros nos dedicamos a la pintura con el deseo de ver las cosas con la misma sinceridad que los ojos ingenuos de un niño». Pero qué iba a saber Adrián Guerra del arte de los niños, que fascinó a los grandes artistas en un tiempo de posguerra. Mauricio Monsúarez Yoss publicó en Heraldo de Aragón (26 noviembre), para sonrojo del periódico y de los lectores, una extensa e incomprensible diatriba que pretendía burlarse de la obra de Lagunas, Aguayo y Laguardia, quienes no dudaron en responder. «Como pintores no debemos esperar nada de la crítica (...) Sí que cuentan, en cambio los ensayos de investigación que tratan de penetrar conscientemente en el misterio del proceso creador y bucear, hasta donde se pueda, en el alumbramiento de las fuentes originarias más profundas. Es claro que escribir una simple gacetilla lo hace pluma en ristre, un señor cualquiera; pero para la otra apasionante tarea se requiere una esforzada vocación analítica, sentido de la responsabilidad, amplia dosis de conocimientos, una muy fina intuición y, además, mucha suerte».

Pero nada de esto interesaba a quienes escribían en los periódicos. Lo dejaron claro los inefables Hermanos Albareda en El Noticiero (27 noviembre): «Con una reiteración que raya en la machaconería, el grupo que forman Lagunas, Aguayo y Laguardia, se presenta otra vez al público, a sabiendas de que este no ha de recibir más que menosprecio, burlas y aún carcajadas, además de alguna felicitación, siempre teñida de una snob petulancia o de la obligatoria cortesía y rara vez y totalmente sincera. (...) Nuestra tolerancia se agota y a pesar de nuestro buen deseo, juzgamos que es inadmisible cuanto allí se puede ver». Dos días después, el diario publicó el comentario de José María Aguirre en respuesta al comentario de los críticos de arte y en defensa del «atrevimiento» de Lagunas, Aguayo y Laguardia, que en «nuestro mostrenco ambiente artístico zaragozano» significaba fracasar ante su pintura.

Un día probablemente serán maestros, vaticinó Mathias Goeritz en 1949, hay que protegerlos donde se puede, porque son algo excepcional, ¡ya veréis algún día!