Algo más de diez años de sus casi 38 los ha pasado Rebeca Liso (Zaragoza, 29-10-82) viviendo casi las 24 horas del día lo que ella denomina «un vicio muy malo», el de los coches, el del motor, tanto en su negocio con su hermano Óscar (Chollocoches), como por su experiencia como copiloto junto al también aragonés Cristian García, que es además su pareja. «Yo empecé a trabajar en tiendas de ropa, pero los coches han sido como un veneno que no se puede sacar, no te cansas de ellos», asegura.

«Me gustaban mucho desde muy pequeña», puntualiza. En La Puebla de Alfindén, donde reside, ya estaba Carmelo Callén y sus carreras hicieron que a Rebeca y a Óscar les entrara el gusanillo hacia el 2009. Empezaron en diferentes pruebas y Rebeca conoció a Cristian. Ahí surgió, además del amor, una de las parejas más exitosas del poco prolífico motor aragonés, ya que llegaron a ganar el Nacional de Rallys de Asfalto en el 2016.

«Enseguida nos dijeron que podríamos llegar al Nacional, todo fue muy rápido, aunque yo aún corrí un año con mi hermano», aclara Rebeca, que empezó a sumar conquistas como copiloto: la Copa Suzuki, el salto al Nacional, «donde al principio nos dieron por todos los lados, pero aprendimos prácticamente todo», la Beca RMC, que les dio la opción de correr en Salou una prueba del Mundial, la EVO Cup... «La ayuda de Roberto Méndez, que ha sido nuestro patrocinador, casi nuestro padre, fue fundamental, vital». Así llegó al final el título del Nacional. Cristian solo tenía 26 años, lo que le convirtió en el ganador más joven de esa prueba tras Dani Sordo. Casi nada...

Pero a partir del 2017 vino la cuesta abajo. «Me quedé embarazada, me bajé del vehículo y llegó la crisis, los malos tiempos. Todo se complicó y se fue acabando. Ya no hubo patrocinios y Roberto ya no nos podía ayudar a ese nivel, porque es muchísimo dinero», se lamenta Rebeca, que deja una sentencia sobre la dificultad de los patrocinios en esta tierra. «Aragón me encanta, pero para el motor es horrible», asevera. Imposible decirlo más claro y más conciso.

La importancia del copiloto

Sí se animó la copiloto de La Puebla a coger el volante en alguna ocasión, «en algún slalom, recuerdo. Me lo pasé muy bien, eso sí, y no lo hacía mal (sonríe). La tentación de competir no la he tenido, porque también la configuración del equipo con Cristian era la perfecta», aclara, aunque tarda solo unos pocos segundos en reivindicar la figura del copiloto: «Es que todo el mundo cuando ve vídeos se queda pasmado. Mi madre, la primera. Pensaba que iba de paquete en el coche y ahora me dice siempre que se tenían que hacer reportajes de cómo trabaja un copiloto. Un piloto bueno con un ayudante malo no gana seguro, tienen que formar un buen tándem con una confianza plena».

Solo hace dos semanas que falleció Laura Salvo, copiloto también, en Portugal. Rebeca no la conocía personalmente, pero sí a su hermana, teniendo en cuenta que la presencia de la mujer en el mundo del motor sigue siendo muy minoritaria, demasiado. «Algo ha mejorado, sobre todo de copilotos, ya que de pilotos hay muy pocas. Es complicado, porque las empresas que aportan dinero lo hacen a caballo ganador. No quiero decir que no lo seamos las mujeres, ya que hay pilotos que son buenísimas, pero al ser muchos más chicos que chicas es más complicado que se pueda llegar, aunque ojalá esto cambie muy pronto», indica, a la espera de que lleguen tiempos mejores en ese aspecto.

El nacimiento de su hija le ha supuesto unos dos años sin competir. Pero no está retirada. Ni mucho menos. «Algo correré pronto, seguro. He tenido muchas ofertas en este 2020. Hasta ahora, con la niña, no me he atrevido. Han sido ofertas para mí, no junto con Cristian. La última la tuve hace poquito, de Cristina Gutiérrez (piloto en el Dakar), me dijo de correr en Galicia, pero solo tenía cinco días para preparar el rali y era imposible», sentencia. Ese regreso, en todo caso, será con menos adrenalina. «No será al mismo nivel que cuando corría con Cristian. Veo vídeos y pienso ‘madre mía, cómo podíamos ir así’», concluye. La explicación es sencilla, se encuentra en el dulce veneno del motor.