Luisa Larraga es de esas deportistas que necesita poca presentación. Atleta a tiempo completo desde bien niña, de lunes a viernes, cada día, uno tras otro; coleccionista de récords de Aragón, internacional y triple campeona de España de cross. Sin duda alguna, una de las grandes referentes de su deporte, sino la que más. Un orgullo de la tierra.

50 años dice el DNI, 40 de ellos sobre sus piernas corriendo y el espíritu intacto, como el de aquella joven Luisa que alcanzó por primera vez la gloria con 20 años en Logroño, porque sigue ligadísima a su atletismo: «Por las mañanas sigo dedicándome a mi cuerpo, escuchándome mucho y sin más objetivo que el día a día, estar competitiva en la medida en la que puedo estar con la idea de no retirarme oficialmente. Y por las tardes en mi club, el Zaragoza Atletismo, aúno la atención como atleta en activo y como trabajadora, lo que hace que esté encantadísima y muy motivada», explica Larraga.

Pero eso no implica que la zaragozana esté retirada, ni mucho menos, porque el espíritu competitivo, aunque sea distinto al de su época de esplendor, sigue ahí. «Ahora está muy de moda exponer la retirada de los deportistas por el paso del tiempo, que es ley de vida, pero soy consciente de que hace años que a Luisa Larraga no se le ve en primera línea. Ahora bien, me limito a disfrutar a tope de mi deporte, que es lo que he hecho toda mi vida, y cuando se pueda haré mis competiciones a nivel regional», subraya. Pero todo tuvo un comienzo y el de Luisa Larraga, por la inocencia de una niña, pudo ser totalmente diferente. En los años 80 había un programa de detección de talentos, con ojeadores y pruebas físicas, médicas y psicotécnicas, que pasó. Pero un buen día con 9 años, recuerda, «cayó en mis manos un periódico con una imagen de una culturista y asocié hacer deporte a ponerme con ese cuerpo. Entonces le dije a mi padre que no quería estar en ese grupo, así que comentó que el médico del pueblo había dicho que la niña no podía hacer deporte».

Y ahí, hace ya más de 40 años, emergió la figura de Andrés Moreno. «Sus palabras fueron que esa chica estaba mejor que bien tras otro reconocimiento y que si no hacía deporte era porque no quería, así que me dejé llevar y empecé». Menos mal, porque se hubiera perdido una de las mejores atletas aragonesas por el camino. Entonces comenzó una relación profesional que todavía se mantiene y para la zaragozana su entrenador es tan importante que «no se puede hablar de Luisa Larraga sin Andrés Moreno». «Ha evolucionado conmigo y yo con él, he tenido en su figura todo, él me ha llevado desde niña. Es un tándem y a la vista están los resultados. Ahora le veo más de tú a tú, para mí es un amigo», comenta.

Y en 1991, el boom de Luisa. Fue subcampeona de España júnior, se estrenó en un Mundial de cross y su objetivo en Logroño, como promesa que era en aquel Nacional, era estar entre las cinco primeras, pero Andrés Moreno opinaba distinto: «Luisa estaba para ganar». «En la última vuelta se hizo la selección, quedaban unos 500 o 600 metros y Andrés, que estaba en el momento preciso, me dijo: ‘Luisa, tira’. Y no me digas cómo, ni me lo pensé. Ese campeonato lo ganó Andrés y fue un antes y un después en mi trayectoria deportiva».

Pero su mejor momento fue el doblete, en el 2002: «Fue a raíz de mi preparación para dos maratones muy exhaustivos, Valencia en el 2001 y Edmonton en el 2002. El sábado, en el cross largo, gané de forma autoritaria ya que por la mitad o así pegué el tirón y el domingo en el corto no iba a por nada en concreto, a ayudar a la selección aragonesa, y casi me resultó más accesible», recuerda. Y su legado, entre el que también hay títulos nacionales de 5.000 y 10.000, todavía perdura mucho y lo hará, porque sigue siendo la poseedora de los récords de Aragón de 3.000 metros, 5.000, 10.000, medio maratón y maratón. «En ningún momento pensé que haría semejantes registros y que siguieran vigentes todavía cuando ha habido atletas que han podido superarlos. Están para batirlos y de corazón me encantaría», recalca.

Y aunque no empaña su carrera, hay «un pequeño tachón en el papel blanco», que es no haber podido ir a unos Juegos Olímpicos. «Da pena pero más de cara a los demás, no para mí. Es anormal que no haya ido cuando he acudido a Campeonatos del mundo y tienen más exigencia deportiva, pero para los entrenadores de ese momento yo no estaba a la altura para ir. Son cosas de despacho en el deporte y si hay rasero lo tiene que haber para todos», concluye.