Son días raros, complejos. Pendientes de la evolución sanitaria de la pandemia, delas decisiones de nuestros gobiernos, de las iniciativas sociales que surgen por doquier para colaborar. De las llamadas y mensajes de las personas que antes teníamos físicamente cerca.

La tensión, la preocupación y el nerviosismo flotan en el ambiente porque todas sabemos que estamos en un momento de emergencia sanitaria, pero también urgencia social y económica. Podemos anticipar que esta situación tendrá un impacto difícil de predecir pero lo que sabemos es que vamos a trabajar para que nadie se quede atrás.

En este marco identificamos claramente, tal y como se ha señalado desde diferentes medios, el riesgo del aumento de la violencia de género hacia las mujeres y sus hijas e hijos.

El confinamiento domiciliario, la suspensión o la reducción de la atención presencial de los servicios públicos, el cese de actividades laborales con la tensión que lógicamente genera la pérdida de ingresos, el cierre de los centros escolares y la incertidumbre generalizada son caldo de cultivo suficiente para hacer explotar agresiones físicas en situaciones de violencia de género en el entorno familiar.

Casos en los que posiblemente la violencia de género ya existía previamente como una situación de desigualdad, de abuso de poder entre dos personas adultas en una relación de pareja que mantiene su convivencia. El riesgo está hoy y ahora, dadas las circunstancias, en un aumento de agresiones en estos supuestos. No debemos olvidarnos tampoco de los menores que habitan en esos hogares, también expuestos y muy vulnerables.

Por eso hablamos de población en riesgo de sufrir agresiones, de ser agredida física y psicológicamente en contextos de violencia de género dentro del domicilio habitual. Son mujeres, niñas, niños y adolescentes que ahora nos necesitan mucho más porque efectivamente, el aislamiento para contener el virus no los aísla de la violencia machista.

Toca centrarnos en lo grave a la par que urgente: canalizar y centrar esfuerzos y miradas en espacios y problemas de alto riesgo para modificar estrategias en esta situación y poder prevenir y atender con eficacia. Desde el Instituto Aragonés de las Mujeres, mantenemos activas nuestras asesorías y dispositivos de atención a mujeres víctimas de violencia y sus hijos e hijas. El teléfono de emergencias y los acompañamientos en situaciones de urgencia. A la par trabajamos para cubrir las necesidades específicas provocadas por la emergencia sanitaria, que afectan de forma frontal a mujeres en procesos

de recuperación de la violencia y madres solas.

Si esta crisis está poniendo algo de manifiesto es que somos seres interdependientes, nos necesitamos las unas a las otras para sobrevivir.

Tenemos que responsabilizarnos de este problema social que es la violencia machista y colaborar en la detección para poder ofrecerles protección a las mujeres afectadas. Estamos hablando de situaciones en las que mujeres, niños, niñas y adolescentes pueden ver amenazada su seguridad e integridad física. No podemos dejarlo pasar, no podemos pensar: “ es una discusión de pareja, ya lo solucionarán. No es cosa mía”.

Hoy al revisar los datos del Consejo General del Poder Judicial, comprobamos que afortunadamente Aragón es una de las Comunidades Autónomas con una tasa de mujeres víctimas de violencia de género más baja en nuestro país. No obstante, sigue la misma tónica que en los demás territorios: cuando hablamos de la procedencia la denuncia el entorno familiar y social denuncia poco, muy poco.

Este es el reto que desde el Instituto Aragonés de las Mujeres proponemos: Denunciar, llamar a los número habilitados si durante estos días escucháis gritos que identifican situaciones de agresión. Pensar que en esas escenas hay mujeres, niñas, niños y adolescentes de carne y hueso que nos necesitan.

Pensar también que en esta situación de convivencia con el agresor se vuelve infinitamente difícil levantar el teléfono para pedir ayuda.

No queremos alarmar, queremos poner encima de la mesa dos cuestiones evidentes en estos momentos; la primera es que el riesgo tiene el viento a su favor y la segunda es que todas nosotras podemos hacer algo más. Podemos estar más atentas porque estamos más cerca.

Ahora, más que nunca, colabora. No hace falta que te muevas de casa, que corras el riesgo de contagio. Ante las agresiones machistas no mires hacia otro lado. Te pedimos que no hagas como que no lo oyes, que no pienses que el problema no es tuyo, no esperes que otras lo hagan. Llama a la policía para que se activen todos los mecanismo de protección.

Ahora más que nunca, llama: 900 504 405