Con el confinamiento, los hábitos de consumo han dado un vuelco. Los combustibles y carburantes, cuya actividad se ha venido abajo, han protagonizado fuertes descensos en el IPC de abril mientras que la alimentación y los productos de higiene y limpieza han asumido el protagonismo y se han disparado. Estadística dice que la inflación baja un 0,7% en abril pero también dice que los precios de los productos y servicios que componen la cesta de la compra se han extraido en esta ocasión con muchas dificultades por el confinamiento de los españoles, Pero, pese a él, la realidad, no sensación, es que los productos de primera necesidad se han encarecido un montón en lo que va de año y alguien, al final de la cadena, está ganando muchos márgenes.

Solo en el mes pasado, los alimentos han subido un 2,6%, pero es que las legumbres lo han hecho más de un 10%, la pizza, un 3,6%, el pescado, un 2,7%, las patatas, un 2,6%, y la fruta casi llega al 2%. Se trata de una preocupante tendencia que dura ya todo el 2020. En lo que llevamos de año, el cerdo, la carne que más se consume en España, ha subido un 8%, el pescado, un 9% y las frutas y hortalizas, un 13%. Alguien está inflando los precios y todo apunta a que es al final de la cadena porque los agricultores y los productores parece que lo tienen muy claro. A principios de año vimos cómo los hombres y las mujeres del campo se manifestaban en toda España, incluso trajeron sus tractores al centro de Zaragoza, por los precios que les pagan a ellos y los que después tienen los mismos productos en los supermercados. Es cierto que los agricultores no aplican ninguna especulación, sino que los cambios de sus precios está en función de las variaciones de las cosechas que están marcadas siempre por la metereología. Dicen los productores que buena parte de los precios en origen han descendido, aunque es verdad que hay restricciones de oferta, incremento de costes de producción, problemas de mano de obra, por ejemplo el que se vive en Aragón con los temporeros que recogen la fruta, y que también ha habido un aumento puntual de la demanda por acaparamiento. Pero aún así, es mucho que los alimentos frescos se hayan disparado en el último año casi un 7%.

Aprovechando el confinamiento que vivimos desde el 15 de marzo hipermercados y supermercados también han notado un incremento en el consumo. Dicen que venden el doble que antes. Ahí puede haber otra clave del incremento. Y es que los comercios online también han vivido en este último mes una inflación demasiado exagerada. Y eso que se trata de productos no cultivables y, al igual que muchos de los alimentos comentados, de primera necesidad. Por ejemplo, los precios de la ropa de bebé y de niño han subido un 17%. El calzado de niño, casi un 9%, la ropa de mujer más de un 13% y los productos de la zapatería de mujer más de un 7%. Hay quien gana mucho margen en un solo mes.

Es evidente que la Administración tiene que vigilar los precios para evitar cualquier práctica abusiva que se pueda estar produciendo y las organizaciones de consumidores y los sindicatos deben estar al acecho. Es verdad que en estos meses en que dura el estado de alarma las grandes cadenas de distribución se han volcado en mantener los suministros, es decir, en asegurar que había suficientes productos, sobre todo en lo que se refiere a alimentos frescos, para atender la demanda básica. Una tensión inicial que ya repercutió en los precios. Fue un hecho. A pesar de que los intermediarios apretaron menos para asegurarse los productos, perdiendo margen. Otro dato con el que justifican los distribuidores es que ahora están volviendo las promociones a supermercados e hipermercados, pero que en la segunda quincena de marzo se paralizaron por lo complicado de la logística así como la gestión en las propias tiendas. Y eso, dicen, también eleva los precios.

Lo malo de estos aumentos de precios es que se producen cuando una gran mayoría de trabajadores vive sus horas bajas. Muchos de ellos cobrando menos por los ERTE, autónomos sin ingresos porque sus negocios llevan semanas cerrados y lo cierto es que la situación económica es muy delicada para algunos. Así estamos viendo cómo organizaciones como Cáritas o el Banco de Alimentos no dan abasto en atender las peticiones de muchos ciudadanos. Es por ello que el Gobierno, sin intervenir en los precios, debería ejercer más de vigilante. La situación no va a mejorar mucho en unos meses y los productos básicos no pueden seguir encareciéndose más.

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