La consejera de Sanidad y el director general de Salu Pública del Gobierno de Aragón, Sira Repollés y Francisco Javier Falo, anunciaron ayer una suavización de las medidas restrictivas para combatir la pandemia. La más destacada es el desconfinamiento perimetral de la ciudad de Zaragoza, ya que la incidencia acumulada ha ido descendiendo hasta obtener unos niveles que permiten abrir el término urbano.

Es un pequeño respiro, aunque la situación sigue siendo lo suficientemente grave para considerar que no solo no se debe bajar la guardia, sino que se deben mantener las mayores medidas de seguridad. De hecho se abre la ciudad, al igual que Calatayud, pero no se modifican los horarios de apertura de servicios no esenciales ni se plantea la movilidad entre las tres provincias al menos hasta pasado el puente de la Cincomarzada, festivo en la ciudad de Zaragoza.

El motivo que justifica esta decisión es más que acertado: no existe un comportamiento similar en la curva de contagios de los tres territorios. Hasta que no arrojen todas ellas cifras más bajas y similares, no se facilitará la movilidad. Es una decisión acertada, porque conviene pecar de prudencia. De hecho, podría incluso cuestionarse si era oportuno anunciar el final del confinamiento perimetral en Zaragoza, una ciudad que ronda los 800.000 habitantes y que genera un intenso flujo con las poblaciones de toda la provincia.

Cierto es que la incidencia baja ya de 150 contagios por cien mil habitantes, pero como la propia consejera Repollés advirtió, la presión asistencial en las ucis sigue en umbrales altos. Por tanto, no conviene crearse falsas expectativas y no sería recomendable que estas pequeñas flexibilizaciones, necesarias también ante la fatiga pandémica, supusieran la relajación de las costumbres. Y más cuando se va constatando un incremento de la incidencia de la cepa británica, que se ha duplicado en las últimas semanas.

Esta nueva variante del covid-19 es una realidad presente y sus consecuencias pueden ser más contagiosas que la variante actual. Además, no es nada descartable una nueva oleada en primavera, y aunque podría ser más suave, ya se tiene la suficiente experiencia como para saber que este virus es letal, se contagia de forma muy sencilla y eso supone un incremento de los ingresos hospitalarios.

Por tanto, conviene ser prudentes ante los desconfinamientos perimetrales, y es positivo que se espere un poco antes de facilitar la movilidad interprovincial. Mejor esperar que abrir precipitadamente para luego volver a cerrar. El golpe psicológico que supondría un paso atrás sería mucho más perjudicial para toda la sociedad.