Tuve la suerte de conocer a Carlos Fuentes y de escucharle en algunas conferencias, allá en su México terrenal y espiritual, que él como pocos describió. Era un hombre ilustrado, tolerante, un dandy de la vida y de las letras, muy alejado de esos furiosos nacionalistas que hoy vienen reclamando cuentas a la historia con cuentos sobre holocaustos. Tal que, por ejemplo, el actual presidente mexicano, López Obrador, un político de bajo nivel y, como todo mediocre, lleno de rencor.

Gonzalo Celorio acaba de recordar a Fuentes en 'Los apóstatas', su nueva novela. Reflexionando a propósito del género, Celorio cita a Fuentes cuando este consideraba a la novela un género sucio, en el sentido de que todo cabía en ella, el memorialismo, la fantasía, el diario o la carta privada, la crónica, la información periodística, el diálogo, el monólogo…

Sobre esa base de plurales aportaciones y técnicas construye Celorio una saga familiar ambientada en el México de la segunda mitad del siglo XX. Asistiremos a la variada y representativa historia de una familia numerosa, con una docena de hermanos, algunos de los cuales llegarían a destacar en el campo de las letras, la arquitectura o… el sacerdocio.

Será precisamente en el campo del catolicismo donde Celorio planteará algunos de los principales conflictos de 'Los apóstatas'. Siendo especialmente grave el relacionado con la pederastia en el ámbito de las órdenes religiosas. Práctica, por desgracia, hasta cierto punto habitual en conventos y colegios, y que a uno de los hermanos Celorio le tocó sufrir de niño en carne propia. Su angustiosa experiencia, la de haber sido violado por un hombre mayor, casado y amigo de la casa, queda crudamente reflejada en las páginas escritas por su hermano Gonzalo, para operar a modo de exorcismo en el ámbito personal de la víctima y en el familiar del clan.

Una novela que también es la crónica social de un México siempre convulso y a la búsqueda de sí mismo. A menudo, en el espejo de sus tradiciones indígenas; pero, en otras ocasiones, como sucede en 'Los Apóstatas', buceando en sus tradiciones españolas, en la herencia educativa, en el lenguaje, en muchas de nuestras costumbres y prácticas.

Una novela que le habría gustado a Carlos Fuentes.