Cuando los resultados académicos son muy negativos y el abandono escolar se descontrola, no es tanto la hora de buscar culpables sino la de encontrar soluciones. Más allá de la probada influencia negativa de los condicionantes socioeconómicos y de la de otros factores sobre los que no se puede actuar, al menos a corto plazo, se trata de alcanzar unas pautas de intervención eficaz con resultados inmediatos. Es precisamente lo que se ha hecho en Ceuta, donde los informes PISA son proverbialmente demoledores. Un grupo de profesores del IES Clara Campoamor ha puesto en marcha el programa piloto Aulas del siglo XXI, con el que se pretende motivar al alumnado mediante fórmulas de trabajo cooperativo, sustituyendo competición por colaboración. Por lo pronto, se ha logrado un elevado nivel de empatía, se ha reducido la conflictividad en las aulas y es evidente una mayor valoración de la solidaridad, con lo que ello supone como factor de convivencia, de especial importancia en un entorno multicultural. Los resultados cognitivos tampoco se han hecho esperar, sin duda, fruto directo de la considerable proyección de un ambiente favorable, pero también merced a un método didáctico mejor adaptado, en el que la actitud y el empuje vocacional del profesorado juegan un papel primordial. Sin embargo, no es el éxito académico de un programa implantado por unos docentes nada resignados a rendirse lo que me ha llamado tanto la atención: lo realmente valioso de esta iniciativa reside en las características de esta nueva forma de aprender, cruciales en una sociedad que ha exaltado la competitividad como forma de vida y motor de desarrollo no con-ducentes a la felicidad sino a una despótica y minoritaria opulencia. Escritora