Me refiero al que puede mantener o mejorar su renta, o ver florecer su negocio, o aprovechar la situación para incrementar beneficios, o mejorar sus ventajas fiscales, o cualquier otra cosa (y hay muchas, algunas de las cuales ni siquiera son perversas) que permiten formar parte del primer tercio de la sociedad, el más asentado económicamente, o al menos del segundo tercio, aquel que se mantiene a flote y sueña con ascender. El último, por supuesto, está entrando en un proceso de pobreza y marginalización sin remedio.

España, nos dicen, se está recuperando de la crisis del 2008. Las fuentes oficiales manejan las estadísticas a placer y con muy poco rigor para demostrarlo, subirnos la autoestima y alabar al señorito. Dichas fuentes, por supuesto, solo admitirán como posible freno al crecimiento las consecuencias del conflicto catalán o quizás la presión fiscal, que algunos juzgan excesiva e incluso confiscatoria. Existe otra visión: los propios datos del INE o de la Unión Europea y los que aportan diversas entidades sociales de reconocida solvencia indican que la presunta recuperación española trae consigo una pérdida del poder adquisitivo de los salarios, un aumento de las diferencias (entre grupos o clases sociales, entre directivos y trabajadores de base, entre hombres y mujeres), el hundimiento del sistema público de pensiones y una enorme dependencia del sector servicios. Adiós al pacto social. Ya saben: PSA, el nuevo patrón francés de Opel, ha colocado a los trabajadores de Figueruelas ante el aspecto más borde y agresivo de esa realidad: hay que ganar competitividad produciendo más y cobrando menos. Eso... o dejamos de invertir y planificar el futuro, y aténganse a las consecuencias. Es la ley del más fuerte, el código de la posmodernidad, el signo fatal de una economía, la española, que está volviendo a perder el tren de la innovación y la investigación mientras los jefes nos entretienen contando los turistas por millones, y todavía aspiran a inflar otra vez la burbuja inmobiliaria. La cabra tira al monte. Rajoy quiere seguir mandando.