La política nacional destaca por sus enfrentamientos y su aspereza. A veces la identidad importa más que las diferencias de gestión. Eso dificulta acuerdos, complica la evaluación de las actuaciones, convierte en sospechoso a cualquiera que intente analizar lo que sucede sin adherirse a una de las tribus y hace que cuando hay cierto consenso tienda a pasar inadvertido en nuestra eterna guerra simulada. Ocurrió al comienzo del estado de alarma y ha vuelto a pasar con el ingreso mínimo vital.

Hemos visto algunos ejemplos de política más colaborativa a nivel local y autonómico. Por ejemplo, en Castilla y León, que ha sufrido severamente la pandemia. O la relación entre la oposición y el gobierno en el ayuntamiento de Madrid. Aragón ha sido uno de los casos más llamativos. Todos los grupos, salvo Vox, han acordado 273 medidas para afrontar la crisis de la covid-19. Uno ya no sabe si Aragón es nuestro Ohio o si Aragón is different. Hay hasta dimisiones: qué exótico.

El acuerdo es valioso simbólicamente. Contiene aportaciones y cesiones de los grupos. Por supuesto, que la financiación no esté cerrada facilita las cosas: es más fácil ponerse de acuerdo en la wishlist que en el carrito de la compra.

Es posible que algunos enfrentamientos basados en cuestiones simbólicas funcionen mejor a nivel nacional. Los partidos tienen distintos incentivos electorales. Además, el foco mediático ayuda a espectacularizar la política.

Otro posible factor es que en Aragón, como en otras comunidades, se gobierna desde hace mucho en coalición. El reparto de poder entre partidos en capitales de provincia, diputaciones y Gobierno autonómico puede ayudar también a esa búsqueda: hay una sensación de corresponsabilidad. Para ello necesitas cierta idea de unidad. El Gobierno no está sostenido por fuerzas que quieren desmontar el territorio que administra y los pactos no ponen en riesgo el núcleo institucional. Además, el PP parece menos amenazado por la competición de Vox que en otras partes; también parece más interesado en dirigirse a cuestiones del día a día. Probablemente influye también la personalidad de los líderes.

El Gobierno central confunde el consenso con la aquiescencia y dentro de cada formación prima una especie de populismo de partido. Es posible que la inmediatez de problemas concretos distraiga de vez en cuando de la obsesión por los señuelos y de unos juicios basados en atajos cognitivos. Los tecnócratas suelen ser más humanos que los ideólogos, quien no cede nunca es más prisionero del miedo que quien se atreve a negociar y el pluralismo solo significa algo si incluye a quienes no piensan como tú.

@gascondaniel