Me ponen enfermo los quejicas. Ante las circunstancias desfavorables es muy común adoptar el rol del entrenador de fútbol que, tras perder 5 a 0, culpa de la derrota al árbitro: "Si no nos hubiera pitado el penalti y si nosotros hubiéramos materializado las ocasiones, seguro que habríamos ganado". Demasiados condicionales, si mi abuela tuviera ruedas y manillar no sería mi abuela, sería una bicicleta. En el extremo contrario, nada hay más enervante para la víctima de un agravio que ser acusada de victimismo. Ese ha sido el caso de Aragón los últimos años. El trasvase significaba un expolio de nuestros recursos, pero los políticos y los medios pintaban a los aragoneses como cazurros insolidarios. Por eso estaba más que justificada la actitud defensiva del Gobierno de Aragón: enrocarse en una defensa numantina ante una coyuntura en la que nos jugábamos el más elemental de los recursos naturales. Pero muerto el perro, se acabó la rabia. Ahora Iglesias y su ejecutivo ya no tienen que atrincherarse y jugar al patadón. Con un gobierno en Madrid del mismo color es el momento de tomar la iniciativa, pasar al ataque y jugar la pelota. Sin la losa del PHN encima, es la hora de Aragón.

*Músico y gestor cultural