Evocar en un 8 de Marzo los atributos de la hombría (la expresión me la he tropezado en un fantástico libro de Shelby Tucker, «Con la insurgencia. A pie por Birmania») viene a cuento, porque estamos en un momento crítico en lo que a las relaciones entre ambos géneros se refiere. Y no quisiera yo, queridas hermanas, sostener, aunque fuera por omisión, los grotescos equívocos y memeces que corren y recorren las redes sociales.

La virilidad, amigas mías, no ha llegado hasta aquí sin acumular virtudes y características positivas: la solidaridad, la generosidad, el amor y el cariño, la fuerza de la amistad, el sacrificio, el valor... Que no son atributos exclusivos de los hombres, claro, pero han estado presentes en las acciones de tantos varones heteros que fueron creadores, guerreros, revolucionarios, amantes, esposos y padres, filósofos y poetas. Muchos de ellos supieron compartir la vida, en riguroso plano de igualdad, con mujeres también extraordinarias. No todo ha sido machismo y miseria. Es más, el actual retorno de la reacción machista, creedme, no es precisamente una expresión de hombría, sino la eclosión de viejos complejos (aunque los bárbaros presuman de carecer de ellos), de los miedos, de la burricie y la inseguridad

Un simple vistazo al argumentario de quienes truenan a diario contra las «feminazis», sus presuntos «chiringuitos», la Ley de Violencia de Género, la protección de las mujeres maltratadas, la causa de las violadas o cualquier intento de avanzar por la senda de la igualdad y la paridad permite descubrir no solo mentiras y exageraciones, sino el temor a no poder dar el tipo. Porque el oficio de la hombría (la de verdad, no la que se vocifera) es exigente.

Los discursos brutalmente antifeministas son casposos, reaccionarios y ofensivos. Pero bajo ese torrente de descalificaciones y denuestos se percibe una fragilidad de falso machito, un lamentable victimismo, un tufillo como a disfución eréctil e incompetencia amorosa que casi da pena. Es agresivo, sí... pero detrás del machismo militante solo se esconden unos pobres tipos asustados.