El segmento de compatriotas que podríamos calificar de más inocente creía, y no del todo, que José María Aznar, una vez extraviado estrepitosamente el gobierno, regresaría a su antiguo puesto de trabajo en la Inspección de Hacienda, donde, supongo, debe estar excedente desde sus tiempos de presidente castellano-leonés. Pero se trataba, en efecto, de una ingenuidad.

Porque el antiguo líder del Partido Popular, en efecto, no sólo no tiene la menor intención de volver a ganarse las lentejas como cualquier hijo de vecino, sino que se ha diseñado, a su medida, una salida cómoda para él pero incómoda para los demás (entre los cuales, Mariano Rajoy): la de comisario ideológico de la derecha española.

De modo y manera que, en lugar de revisando las cuentas recaudatorias, tenemos ya al ex muellemente amueblado en un orondo despacho del centro de la capital, coordinando la labor intelectual de un equipo de veinte supuestos expertos que trabajan para él, en primer lugar, y secundariamente para la fuerza que fundase un Manuel Fraga hoy, tal vez, menos orgulloso de su hijo político. El invento se llama FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), y su actividad huele de lejos a ese perfume a moqueta y disciplina, a jerarquía y a secta con que suelen disiparse, hacia su plena obediencia, los argumentarios de partido.

El problema no reside tanto en que Aznar siga saliendo en la tele, y alegrando de paso la vida a los socialistas con sus extemporáneas y rencorosas declaraciones, como en las ínfulas de filósofo contemporáneo, de ideólogo político, de polígrafo de la nada, con que acaba de investirse a sí mismo, a falta, imagino, de que alguien más acreditado lo hiciera por él.

Porque don José María, lejos de replegarse a sus cuarteles de invierno, ha amenazado en el diario La Razón que a partir de ahora ocupará todos sus esfuerzos, todos sus pálpitos, cada minuto de sus horas y todos los días que le restan de servicio a España en su querida fábrica de ideas , cuyos parámetros inspirará desde su contrastada altura académica.

Así, desde la FAES, en cuyo elenco figuran pensadores de tanto prestigio como Rodolfo Martín Villa, Isabel Tocino, Loyola de Palacio o Javier Rúperez, amén del "clan de los monclovitas" que se encargaban de teledirigir los telediarios de Urdaci, Aznar aprestará sus talentos a orientar los senderos ideológicos del PP. Apostará por el liberalismo económico, por la globalización, que él interpreta como una de las fundamentales palancas de progreso de la sociedad moderna, y por la Constitución española, en su carácter inamovible, institucionalmente patriótico. Combatirá las recetas sociales de Rodríguez Zapatero con nuevas fórmulas de apertura de mercado y recesión impositiva a las que todavía no ha dado plena forma, pues está en ello. Seguirá Aznar, desde la FAES, fustigando a los nacionalismos, que considera rémoras, obsoletas peculiaridades de un mundo medieval, e insistirá en los principios de solidaridad territorial, poniendo como ejemplo su añorado trasvase, tan torticeramente derribado por la ministra Narbona.

Escribirá nuevos libros, dará clases, hablará... ¡Oh, cielos!

*Escritor y periodista