El caso Bankia no deja de sorprender por su magnitud. El demoledor informe elaborado por dos peritos del Banco de España para el juez Fernando Andreu, de la Audiencia Nacional, lo dice bien claro. La entidad maquilló sus cuentas para salir a bolsa en julio del 2011 y, aunque no utilice expresamente la palabra, engañó a 347.000 pequeños accionistas que acudieron confiados a la compra de títulos. La operación dirigida por Rodrigo Rato permitió captar 3.092 millones de euros, que se esfumaron poco después. Quienes pusieron sus ahorros seducidos por la enorme campaña publicitaria --"Yo soy bankero", ¿se acuerdan?-- y la presión de miles de oficinas bancarias perdieron nada menos que el 97% de lo invertido. Si las preferentes fueron una maniobra para enredar y captar capital del ahorrador para entidades faltas de liquidez, lo de las acciones de Bankia no le fue a la zaga. Hubo maquillaje para dar una imagen de solvencia cuando todo se venía abajo. Los propios expertos no dudan en calificar la situación de "crítica" antes de la salida a bolsa. Pero no solo es al equipo directivo de Rato a quien hay que pedir cuentas. Como señala el informe, la empresa auditora Deloitte no apreció irregularidad alguna, ni los supervisores del Banco de España, ni de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) encargados de velar por las buenas prácticas. En definitiva, la reflotación del buque insignia (fusión de siete entidades, con Caja Madrid al frente) de la época dorada del pelotazo y que ha costado a los españoles más de 20.000 millones de euros, fue una operación de Estado. Rato, el padre del milagro económico de Aznar, recién llegado del FMI, se ponía al frente de la operación, incluso con el visto bueno de Zapatero, presidente del Gobierno.

CUADRAR LAS CUENTAS

Los expertos no son tampoco benevolentes con el sucesor de Rato, José Ignacio Goirigolzarri, del que dicen que también hizo sus números para que cuadraran las cuentas en el proceso de saneamiento. Y mención aparte merece la referencia a las tarjetas black. Para los expertos, no hay duda: se entregaron con el ánimo de hacerlas opacas al fisco. Doce millones ocultos que son el pequeño reflejo de la fiesta que unos pocos se dieron a costa de muchos. Ahora solo cabe esperar que la justicia exija responsabilidades lo antes posible. Que no se eternice.