Resulta que el gesto de Dani Alves de comerse un plátano no ha sido tan espontáneo como pensábamos. Resulta que forma parte de una campaña contra el racismo pensada por una agencia de publicidad brasileña. Pues bien, ¡bendita premeditación! Porque, con ese plátano, Alves no sólo ha dejado en ridículo al energúmeno que se lo lanzó, también ha logrado que su mensaje dé la vuelta al mundo. No hay informativo, no hay periódico de España, Francia, Inglaterra o EEUU al que se le haya pasado por alto ese guiño contra los gritos xenófobos que jugadores como él siguen recibiendo en algunos campos de fútbol. Ese gesto pasará a la historia del deporte. Mejor dicho, ese gesto ya forma parte de la historia del deporte. Como también lo es el que han protagonizado los jugadores de baloncesto de Los Ángeles Clippers contra su dueño, Donal Sterling, por unas declaraciones racistas a más no poder. En una conversación telefónica le dice a su novia que se abstenga de difundir fotos con "gente negra" como con el mítico Magic Johnson. Y añade: "Puedes dormir con ellos. Lo poco que te pido es que no los lleves a mis partidos. ¿Por qué te haces fotos con minorías?" El 70% de sus jugadores son negros, y todos calentaron con la camiseta del revés en señal de protesta. La NBA, afortunadamente, ya se lo ha quitado de en medio al inhabilitarle de por vida. Ahí está la imagen de Nelson Mandela entregando en 1995 el trofeo de campeón del mundo de rugby al capitán de la selección de Sudáfrica. La estampa de la unión entre blancos y negros después de años de apartheid. Madiba sabía que esa fotografía rompería barreras, por eso se empeñó en unir al país a través del rugby. Pero no hace falta echar tanto la vista atrás. Si hay alguien que actualmente también tira de pequeños gestos para pedir cambios, en este caso en la Iglesia, ese es el Papa Francisco. Y recuerdo especialmente una imagen: su abrazo a un enfermo de neurofibromatosis el pasado 6 de noviembre en la plaza de San Pedro del Vaticano. El hombre tenía --y tiene-- el rostro desfigurado por centenares de bultos, pero el Papa le abrazó y le besó. Muchos ni siquiera se atreverían a mirarle a la cara, pero él lo hizo, consciente de que esa imagen proyectaría su mensaje mejor que cualquier sermón. Y, lo mismo, el gesto de Alves. Nada como comerse un plátano para meterle un bocado al racismo. Su iniciativa ya ha surtido efecto: el Villarreal ha expulsado "de por vida" al autor del lanzamiento. Bendito potasio. Periodista