No solo Los Simpson diagnostican y parodian la política estadounidense, será por el efecto contagio de todo lo anglosajón o por el poder del imperio, aunque sea en decadencia, pero también alcanzan a territorio patrio.

Ante esta multiplicidad de portavoces en todos los niveles administrativos, dentro de todas las organizaciones políticas, y de la profusión declarativa de todos ellos parece que España se ha llenado de actores secundarios Bob, aquel personaje que comenzó su carrera como ayudante en el programa de televisión de Krusty el payaso, al que quiso sustituir sin éxito, pero cuyo protagonismo fue creciendo al hacer de su mayor enemigo a Bart Simpson.

Dejando a un lado las intenciones homicidas de Bob, es fácil encontrar espacios y más espacios llenos de actores secundarios y no solo me refiero a Pablo Casado pasando revista a los servicios esenciales en la puerta de la Comunidad de Madrid, en calidad de portavoz parlamentario de su grupo en el Congreso de los Diputados. La propia Díaz Ayuso quiere fagocitar a su jefe orgánico y con un poco más de tiempo al resto de sus homólogos en comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular. Responsables autonómicos que exigen coordinación con el Gobierno central pero que discrepan en su propio Ejecutivo según quien hable, sea el consejero de Sanidad, el vicepresidente o el propio presidente. Presidentes autonómicos socialistas contra el Ejecutivo central. Se ha llenado el ambiente de tantas voces en un coro discordante que primero nos satura y luego nos confunde.

El vicepresidente Iglesias , en su última entrevista no paró de recordar que con 35 diputados poco podían hacer, que con sus escasas competencias poco podían solucionar y lo planteaba en una continua situación de confrontación con ministros del Gobierno del que es miembro. El secundario de un Ejecutivo que quiere mantener vivo, pero del que señala continuamente sus contradicciones aferrándose a su rol subsidiario. Cataluña es el paradigma de la confusión entre conselleres del propio gobierno, en la descomposición convergente, el escuálido liderazgo de Pere Aragonés , con un Oriol Junqueras cada vez más lejano desde la prisión. Y a Cataluña se va la voz más autorizada del Gobierno español, un secundario devenido en primera línea y que cubre las ausencias de Pedro Sánchez , con un perfil bajísimo de exposición después del verano. ¡Me necesitan, Springfield! como imploraba Bob reconvertido con éxito a la política municipal, igual son todos necesarios y no contingentes, pero más coordinados.