La aparición de Vox en el plano político ha venido a complicar un poco más el panorama de la derecha española. Compuesta, en principio, por dos partidos, PP y Ciudadanos, que gustan más situarse en el centro derecha o en ese limbo misterioso de lo liberal conservador. Una derecha blandita, como les imputa el líder de Vox, Santiago Abascal, desde su encastillamiento radical en una derecha--derecha, la de siempre, la de Fraga, la de toda la vida, la de Franco, con Primo de Rivera asimismo nostálgicamente recordado.

¿Es Vox un franquismo sin Franco y sin guerra civil? Estructuralmente, en cuanto al modelo de Estado que propugna, sí, pues aspira a una nación centralista, sin tensiones nacionalistas. Para suprimirlas, sin Comunidades autónomas. Los nada evangélicos vascos y catalanes indepes han conseguido al final que paguen justos por pecadores y que las autonomías estén siendo descalificadas por sus ovejas negras, por las manzanas podridas, demonizadas en su conjunto en lugar de corregidas en sus defectuosos detalles.

Vox, como partido radical, aspira a cambiar radicalmente el país, a centralizarlo y controlarlo como ya el franquismo, su modelo directo (salvo que prefieran a Salvini o a Marine Le Pen) lo controló durante cuarenta años sin opinión pública, con las cárceles llenas de disidentes y maquis, con Europa dándonos la espalda y Estados Unidos la mano para comprarnos por cuatro platos de lentejas o latas de leche en polvo (tampoco es que hoy paguen mucho más).

Vox, el partido de Ortega Lara, el mártir, o de Sánchez Dragó, el iluminado, o de tantos españoles, hasta medio millón que dan algunas encuestas, hartos de las autonosuyas (término acuñado por otro de sus precursores o apóstoles, Vizcaíno Casas), cabreados con Pedro Sánchez y con su amigo Pablo Iglesias, puede dar un bocadito electoral a los Pablo Casado y Albert Rivera en circunscripciones como Madrid, Barcelona, Valladolid o... Zaragoza, donde siempre ha existido una criptoderecha apenas disfrazada bajo el manto de la democracia, pero con ganas de tirarse al monte a la menor ocasión.

La tendencia general, favorable a la ultraderecha, apunta al ingreso de Vox en las instituciones. Éramos pocos...