Anda la sociedad zaragozana, y la aragonesa en general, enfrascada en dos fundamentales polémicas: la definitiva ubicación del estadio de fútbol, sea La Romareda u otro nuevo emplazamiento, y la eventual modificación del escudo de Aragón en el que aparecen cuatro cabezas de sureños más bien morenos de cara, y sin que se sepa exactamente si son cabezas cortadas o cabezas sin más. Este segundo dilema parece tener menos importancia práctica, a pesar de que algún comentarista nacional ha llegado a calificar con términos gruesos a nuestro presidente de la Comunidad Autónoma, Marcelino Iglesias, por crear la discusión de forma artificial; mientras los ciudadanos hablamos de estas cosas y pensamos en ellas contribuimos a enmascarar tras una espesa cortina de humo cuestiones mucho más trascendentes para esta tierra, y quedan ocultos clamorosos fracasos de los gobiernos de aquí y de allí. El primero de ellos, y no es tema menor, que la DGA y el Ayuntamiento de Juan Alberto Belloch estén a tiro limpio, cuando son del mismo partido político, en un muy poco edificante ejemplo de convivencia y colaboración.

*Abogado