Mis abuelas murieron de cáncer. Y uno de mis tíos. También dos amigos y compañeros de colegio (justo los que me precedían en la lista de clase, detalle que recuerdo sin saber muy bien por qué). Un colega de profesión tampoco lo superó. Otros sí. Una tía mía, un vecino, compañeros de trabajo... Ninguno de ellos tenía el mismo tipo de cáncer. Todos tuvieron enfrente el mismo enemigo pero con distinto traje.

Esta semana el presidente aragonés ha anunciado que padece cáncer, en su caso, de colon. De los más de 200 que hay ese le ha tocado en esta lotería de la que nadie quiere ni la terminación. Javier Lambán lo anunció en rueda de prensa. Cuatro minutos en los que reconoció la enfermedad, un quebranto personal y voluntad para seguir trabajando. «No supone heroicidad alguna ni mérito especial. Hago lo mismo que otros muchos ciudadanos de distintas profesiones, que afrontan esta enfermedad y continúan con su actividad ordinaria», explicó.

El 4 de febrero fue el Día Mundial del Cáncer. Uno de los retos de enfermos y profesionales es su normalización y reconocimiento. Llámalo cáncer pedía una de sus últimas campañas. Nada de bicho, larga enfermedad o dolencia. Cáncer. Se trata de una palabra que cuesta pronunciar, nadie quiere oírla, pero ahí está. Según la Asociación Española contra el Cáncer, cada año se diagnostican en España 275.000 casos y 1,5 millones de personas lo padecen. Vaya que si está.

Ha sido, es y será una realidad en el mundo, así que abordémosla, hablemos, por ejemplo, de cuánto se invierte en investigación. Mucho o poco, según quien lo diga. Insuficiente en todo caso.

Este último año hemos constatado la importancia de la ciencia como sociedad. Hasta ahora para muchos era poco más que una asignatura en el colegio y una buena noticia en el telediario cuando se producía algún avance del que solo entendíamos el titular. Ahora todos, absolutamente todos, somos conscientes de que un descubrimiento en este campo salva vidas. Empezamos a entenderlo de verdad. Veremos si la comprensión se traduce también en financiación.

Las reacciones del cuerpo humano son, en algunos casos, imprevisibles. Una noticia buena y otra mala pueden generar la misma sensación. Un escalofrío te eriza el vello con la misma fuerza al enterarte de una vacuna contra el covid-19 que al conocer que alguien cercano padece cáncer. Qué cosas.

Un profesor nos preguntó durante la carrera qué noticia nos gustaría contar algún día. Recientemente me planteó esta cuestión una compañera. Antes y ahora, con casi 20 años de por medio, la respuesta sigue siendo la misma. Una vacuna contra el cáncer. Contra todos los que hay.