Es cierto que tras el atentado terrorista del pasado 11-M notamos la ausencia de quienes, de otra forma, deberían cohabitar entre nosotros. Me refiero a las víctimas que les fue arrebatada la vida, ruin y cruelmente. En todos los medios de comunicación, sobre todo en televisión, se nos ha informado con todo lujo de detalles y reiteradamente con escenas dantescas, opiniones variadas, recuerdos afectuosos a los fallecidos, e incluso se ha homenajeado merecidamente a un buen elenco de colectivos que participaron en diversas labores durante y posteriormente a lo acontecido. Aún así, hubo un sector olvidado que, a pesar de haber realizado una labor silenciosa pero eficaz, altruista como siempre, cercana por naturaleza, llena de esperanza, comprensiva y colmada de la más humilde caridad, no han sido noticia permaneciendo en el anonimato. No salvan vidas materiales, no transportan heridos, no detienen delincuentes, pero siempre orientan nuestra existencia al bien. Me refiero a los sacerdotes, religiosos y religiosas que han estado desde el principio junto al dolor y la aflicción de numerosos hogares.

A todos ellos, quiero animarles desde estas líneas, con la consideración que merecen. --Vicente Franco Gil. (Zaragoza) M