Somos libres cuando nos emancipamos de nosotros mismos. Mientras esto ocurre, la humanidad avanza con esfuerzo para afianzar libertades individuales y colectivas. En una sociedad interdependiente, con tantos y tan contrapuestos intereses, la emancipación es transformadora. El equilibrio entre socialización y autonomía solo es posible desde la cooperación solidaria entre personas y colectivos. Las nuevas tecnologías nos aportan comodidad. A cambio, les cedemos parte de nuestra soberanía privada.

En este sentido, el comportamiento con respecto a los otros no se diferencia de nuestras respuestas ante las máquinas. Lo que nos lleva al interrogante de si estamos humanizando la inteligencia artificial o, más bien, cosificamos a los congéneres. Al final, descubrimos que nos comportamos de forma muy similar con los demás, ya sean personas, animales o cosas. Como no sabemos liberarnos del tiempo, éste nos atenaza.

Como siempre queremos más, la necesidad de tener nos envilece. Como no sabemos disfrutar de la vida nos inventamos otra, en un espiritual y fantasioso «más allá», al que llegaremos si ahora sufrimos lo suficiente. El caso es mantenernos atados para alejar la libertad de nuestros objetivos y, sobre todo, de nosotros mismos. La emancipación personal debe ser un objetivo vital irrenunciable. Nuestro compromiso individual con este mundo, en un sistema social y económico injusto, nos obliga a cambiarlo. La transformación de la emancipación es más compleja que la revolución. Es más lenta, más costosa y más incomprensible, incluso para quienes comparten ese horizonte. Luchamos para conseguir avances en la emancipación y sufrimos con sus retrocesos. Pero somos sus protagonistas.

La vida es transformación. En cambio la muerte, como el nacimiento, es revolución. Los psicólogos no somos revolucionarios de la vida. Ni siquiera de la muerte, cuando luchamos contra la depresión y el suicidio. Somos profesionales que ayudamos a la emancipación personal de los pacientes transformando, científicamente, el sufrimiento de una patología o trastorno psicológico en la libertad de su salud mental.

El arte de la política consiste en aplicar, con leyes y normas acordadas democráticamente, criterios de emancipación para que las personas vivan mejor. Las ideologías diseñan un objetivo ideal con su hoja de ruta. Y los partidos interpretan y elaboran caminos hacia esa meta, con el apoyo ciudadano. Este esquema se pervierte cuando las formaciones políticas intervienen para su propia emancipación, y la de sus líderes, a través de las urnas. Es lo que ha ocurrido, una vez más, con el debate de la nueva ley de educación.

La oposición conservadora no tiene margen de negociación para llegar a un consenso. La iglesia católica utiliza la educación concertada como un arma de instrucción masiva. Poder, educación y religión son el trifásico conservador por excelencia. En la derecha del parlamento están sus embajadores, no sus dirigentes. De ahí que no haya sido nunca posible un mínimo acercamiento para acordar un sistema educativo laico y común que esté por encima de ideas y creencias.

Hasta que la derecha española no se emancipe de esta sumisión católica, prostática y romana, no se asimilará a sus homólogos europeos. Por esta razón la aprobación de la llamada ley Celaá no ha conseguido acercar el consenso. Pero sí ha superado y eliminado las desigualdades de la norma impuesta por el PP, con Wert de ministro en el gabinete de Rajoy . Se va a terminar con la segregación escolar por renta económica. Se acaba con la segregación por sexos en los centros que reciban fondos públicos. Se impide que los colegios concertados cobren directa o indirectamente por la enseñanza a las familias, asegurando así su gratuidad. Y una medida ¿revolucionaria? La religión no contará como nota media, para la Universidad ni al solicitar una beca. Y por si tienen alguna duda transcribo: «se garantiza el derecho del alumnado a recibir enseñanzas en castellano y en las demás lenguas cooficiales en sus respectivos territorios». Las mentiras de la derecha no inquietan a Cervantes que sigue tranquilo en su tumba de Madrid.

Para llevar la contraria, tras su gasto en luces navideñas, Azcón da 70.000 euros a la educación concertada. Lidera así la oposición a Sánchez al margen del PP aragonés. Vino Casado para ungir al popular Ramón Celma como líder provincial, quien tendrá que cohabitar, a nivel autonómico, con Luis Beamonte . Susan Sarandon y Gena Davis , protagonizaron la emancipación feminista en la película Thelma y Louise . La popular pareja de Celma y Luis tiene el reto de emanciparse de la política del alcalde. Que se cuiden, no vaya a engañarles este nuevo Brad Pitt , como regidor de la capital, y terminen despeñados por el «gran Azcón del azulado».

Mientras, Lambán vuelve a empinar su varita de Javi Potter . Le votan los presupuestos, a diestro y siniestro, Podemos, CHA, IU, PAR y Ciudadanos. Se lo refrota en Madrid al gobierno de izquierdas, con improperios, ante los que no rechista su izquierda del Pignatelli. A la vez se suma a toda la derecha, y a los ultras de Vox, mordiendo el anzuelo vehicular de la lengua. Este mago se siente más a gusto con un pentagrama invertido que en un cuatripartito. ¿Se habrá emancipado de la Casa de Gryffindor-Sánchez?.