El día a día político de nuestro país es lo más parecido a una voltereta infinita que nadie prevé su caída. La cuadratura del círculo que aleja lo esperado, estable y cargado de razón. Pese a ello, en el desierto político de lo previsible siempre suele divisarse algún oasis de acuerdo.

Lo que nadie esperaba continúa su trayecto. Cuatro, rojo y PAR: lo imposible en un inicio terminó gestándose entre los muros de la viabilidad. El Gobierno de Javier Lambán sustentado por un cuatripartito antinatura (en un inicio) cumple cien días. Un camino de pacto político que corona al viejo reino como la antítesis de lo que vive el resto del país.

Cien días de tranquilidad. Sin crisis políticas que desestabilicen el edificio. Y con el compromiso de cimentar un pacto de gobierno por cada día de legislatura, desde el PAR hasta Podemos con el binomio socialaragonesista de PSOE y Chunta. No hay grietas notables en cien días.

La presentación de los presupuestos en tiempo y forma, algo insólito desde hace años por el barullo de la izquierda, consolidan lo importante y destierran lo accesorio. Unas cuentas para mantener el ritmo de una comunidad que pide auxilio ante la despoblación y que se resiente a caer en el vendaval económico que se levanta.

La rotura de las costuras o futuras incoherencias manifiestas, e incluso las crisis de gobierno, llegarán con el tiempo. Cien días es la placidez de un acuerdo a cuatro que se tantea con cuidado. No hay que levantar una tremenda polvareda que ciegue el camino proyectado.

Hay debates abiertos en la política que afectarán al Consejo de Gobierno del cuatripartito. Ni las máquinas en Castanesa, ni la deriva secesionista de los vecinos, ni el modelo educativo, entre tantos otros, harán que el bloque del cuatripartito mantenga el hormigonado de la estabilidad.

En la placidez de los cien días se mantiene la comodidad cuando el eco de la oposición resuena con timidez. No hay nadie al otro lado que pueda ser alternativa.

El Partido Popular busca su hueco, tras meses en el derribo, para relanzar un discurso de mayorías que encuentre al elector perdido. Ciudadanos transita en el desierto tras el batacazo electoral de Albert Rivera. Las algaradas de Vox resuenan aún en la irrelevancia de las Cortes de Aragón.

Quizá la performance de la súperproducción de El Cid en la Aljafería les abra los ojos para relanzar un discurso firme en su ansiada reconquista política.