Tele 5 emitió anoche el capítulo correspondiente de La voz kids, ese concurso de voces infantiles, que obtiene millonario éxito. Los lectores estarán al tanto de los acontecimientos: la niña IraiIa, participante del programa, falleció el pasado martes. Y como todo está grabado desde este verano, se suscitó un incómodo debate: ¿dar o no dar esas imágenes? Se hizo lo lógico: consultar con los familiares de la pequeña, que aceptaron emitir el programa. Era esperable.

Este asunto ha suscitado discusiones entre los expertos y psicólogos: ¿es aconsejable que un niño concurse en un programa donde debe examinarse? ¿Qué supone para un pequeño ser eliminado? Y el tema es muy delicado; hace años que tengo escrito mis dudas sobre la bondad pedagógica de este tipo de ofertas artísticas. No creo que haya que someter tan temprano a los niños a estos enconados concursos, donde el eliminado puede sufrir graves trastornos de autoestima. Pero les diré algo más: leo que el hijo de Ortega Cano ha confesado en la cárcel que, cuando salga, no dedicará su tiempo a elevar su preparación profesional; piensa dedicarse a recorrer platós contando sus andanzas. Convertido en todo un profesional del menudillo. Así entienden muchos chavales el valor de la televisión: un circo donde ganar dinero fácil y rápido. ¿Cuántos padres no aspiran a que sus hijos inicien una carrera a partir de esos concursos infantiles? ¿Por qué las teles no se limitan a que admiremos esas preciosas voces? Sin premios ni castigos.