Aún tengo serias dudas de qué sucedió para que Albert Rivera propiciara semejante desastre electoral a su partido, cuando pocos meses atrás tenía todo a su alcance. Y un respaldo que casi alcanzó al PP.

Sin embargo, lo que parecía que no podía ir a más, y provocar otro desastre mayor, todavía puede darse. Ciudadanos está en una situación tan tremendamente complicada que los nervios lo invaden todo.

¿Debe Ciudadanos insistir en un acuerdo electoral de amplía base ideológica con el PP de Pablo Casado o su andadura debe permanecer en un sendero autónomo e independiente? Es la duda que se plantean estos días con las elecciones vascas, catalanas y gallegas a la vuelta de la esquina.

La apuesta de Inés Arrimadas por compartir esfuerzos electorales con el PP es considerada como la oportunidad para unir al constitucionalismo. «No es un asunto de partidos, sino por un interés general del país», insisten.

Pero las preguntas sobre esta posición son más pertinentes que nunca porque pueden determinar el fin político de Ciudadanos.

¿Es la fusión electoral con el PP una forma de contaminarse ideológicamente, abandonar el centro político, y evidenciar que los socialistas huérfanos no tienen cabida en Ciudadanos? O por el contrario, ¿es la oportunidad para unir voluntades en defensa de la Constitución con acuerdos transversales?

La respuesta no se sabrá hasta el cierre de las urnas. Sin embargo, Ciudadanos vuelve a caer en el error sistemático de la derecha: concebir que España es tan unitaria que las sensibilidades políticas no difieren en latitudes distintas. No nos engañemos. En Triana no se vota con la misma conciencia de país que en Mataró.

Lo que es evidente, y parece que en Ciudadanos han olvidado, es que si Inés Arrimadas consiguió unos resultados tan sensacionales en 2017 no fue por el voto conservador. El cinturón rojo, tradicionalmente del PSC, y los abstencionistas hartos de separatismo inoculado en la sociedad apostaron por Ciudadanos. Por eso es dudoso que repitan su voto en la papeleta de Ciudadanos si comparten cartel electoral con el PP.

Ciudadanos podría convencer con su argumento de que la unión es por la Constitución, que no son siglas, ni ideología, ni un capricho demoscópico. Que es una cuestión de Estado para unir voluntades en una España hiperpolarizada. Lo que sucede es que no hay tiempo. Y Sánchez tiene el plan trazado.