Nada puede interrumpir el ciclo depredador del comprador occidental, que ha perdido el oremus. La gama es infinita. Una cosa dura un segundo, la ilusión se desvanece en cuanto se quita el papel, que ya es muy difícil que las cosas vayan envueltas en papel de regalo, porque ese tiempo es carísimo, el arte de envolver. Cuesta más envolver que elegir, pagar y salir corriendo, el verdadero cariño se demuestra envolviendo, comprando los papeles, las cintas, etc. Rotular los nombres que irán al container, como todo, a un cajón con suerte.

Los programas de manualidades son sensacionales, son lo mejor de la Navidad, todo lo que puede hacerse con unos rotuladores y cuatro cartulinas y un poco de pegamento. Qué bien les sale todo en la tele, cuánto trabajo oculto, y luego te pones a hacerlo, si es que te pones, y los nervios se te llevan y las piezas no encajan y los moñacos salen torcidos. Ay, qué difícil es tener un poco de calma, no mucha tampoco, eh, que si no te pillas una gripe o algo peor. Qué difícil es no coger el coche y lanzarse a la ventisca, aunque vengan anunciando que va a haber 72 horas de frío polar, que te vas a quedar atrapado en medio de un puerto, maldiciendo al Estado y a sus derivados, al control de tracción inteligente que no controla nada. Estamos convencidos de que mucha calma es mortal, si te relajas más del índice permitido, enfermas por falta de estrés, se ablandan las células y coges cualquier cosa que en ese momento pase por delante de tu nariz, se relajan los nervios, todo ese cableado tenso, y te vienes abajo, ay. Lo difícil es mantener el pulso, sin bajar demasiado de rpm, pero sin tampoco (sin tampoco) pasarse de vueltas.

El ciclo de compras recomienza antes de que decline la anterior oleada. El tema se complica con el regalo tecnológico, que está lleno de jergas esotéricas y artilugios que rozan la metafísica, pues comprimir un archivo hasta un cierto punto equivale a destilar su ideal platónico, que se puede transportar en un no sitio. Siempre que no se acaben las pilas, claro. Las pilas son el alma de la época. Hay taxistas que llevan cargador para los móviles de los clientes. Aunque sólo de una marca. Gente buscando desesperadamente un cargador, un humilde enchufe, para poder seguir con sus vidas extras, las que habitan en la memoria SIM.

*Escritor y periodista