Si nos preocupa el futuro es porque ya hemos superado el presente. El optimismo de la frase esconde la fugacidad del momento. En psicología analizamos la personalidad y aprendemos estrategias para afrontar retos venideros. Pero en el presente estamos solos, confinados con nuestras vivencias.

Tenemos un problema porque el presente no se comparte, no se socializa y no se exterioriza. Hemos expandido tanto el tiempo, hacia atrás y hacia adelante, que no hay sitio para el instante. Resulta complicado disfrutar de la felicidad del presente cuando no dejamos lugar en la vida para lo inmediato. La inquietud del confinamiento no proviene del espacio de clausura, ni de lo que se alargue en el tiempo. Nos desorienta porque nos ha devuelto un presente para el que no estamos preparados.

En psicología la ansiedad refleja el temor a la angustia que acecha, porque recuerda la sufrida en experiencias pretéritas. No existe el hoy. Si añoramos el pasado y llenamos de deseos el futuro, no disfrutaremos de la vida. Para eso hay que ensanchar el presente. No es una frase vacía, digna de un libro motivacional de falsa autoayuda.

Es una actividad que se ejercita con esfuerzo. Se llama pensar. Seguro que nos ayuda la perspectiva de la insignificancia. Estos días se emite la tercera temporada de Cosmos. La mítica serie científica que comenzó en 1980 el fallecido Carl Sagan. Ahora es Neil de Grase Tyson el encargado de llevarnos por el espacio-tiempo del universo. Observar la proporción de nuestras vidas, en relación con la de nuestro entorno cósmico, es la mejor terapia de humildad.

El tamaño, el tiempo y el espacio son dimensiones relativas con respecto a nosotros. Pero las hemos relativizado tanto que nos creemos seres absolutos. Ni siquiera el universo es infinito, pero pensamos que nosotros podemos ser eternos. Incluso hemos construido teorías para argumentarlo, aunque sea en forma de falacias. Se llaman religiones. La ciencia conoce los riesgos de la humanidad y solo necesita más medios para encontrar soluciones. El cambio climático, un asteroide, las superbacterias, los virus, una gran llamarada solar…son ejemplos de lo que sabemos va a ocurrir. No será ahora pero, por si acaso, mejor que termine el mes. ¡Cuídate de los idus de marzo! Le advertía a Julio César el propio Shakespeare en su tragedia. No le hizo mucho caso nuestro rey emérito Juan Carlos. Hoy hace 64 años que mató, accidentalmente, a su hermano Alfonso con un disparo de revólver en la frente. A pesar de todo es primavera, estamos en horario de verano y si nosotros no salimos a la luz, la luz viene a vernos.

La psicología y la sociología estudian comportamientos personales y grupales, la biología y la etología abordan instintos y conductas de humanos y animales y la antropología analiza a las personas en su contexto social y cultural. Conviene recordarlo al evaluar la idoneidad de las medidas que adoptan los gobiernos frente al virus.

Ensalzamos el control de los chinos y la tecnología coreana frente a la pandemia. Sospechamos de la lentitud occidental para acordar confinamientos. Pero no es posible analizar con equidad respuestas diferentes con criterios culturales y comportamentales tan divergentes. China es un desastre como autoridad de control sanitario en el sacrificio e ingesta de animales.

Tanto la gripe aviar como el actual virus son de origen zoonótico, es decir pasan de animales a humanos. En Europa gestionamos mejor el control previo alimentario que la contención posterior a un posible descontrol. En Oriente no ha habido aplausos a sanitarios chinos o coreanos.

En el primer caso el régimen político no los hubiera tolerado. De las cacerolas ni hablamos. Y en Corea del Sur no lo hubieran entendido. ¿Con qué nos quedamos? Yo diría que con lo que somos y cómo somos. Esto no significa que nuestra sociedad sea mejor. Vemos ejemplos de solidaridad individual en un conjunto social tan egoísta como el occidental. Abrimos nuestro corazón mientras cerramos nuestras fronteras.

China ofrece una cooperación estatal que carece de libertad individual. Y si a la diversidad cultural le añadimos una variable tan constante, como es la economía, la resultante carece de lógica común. El concepto de tribu es válido para explicar problemas y respuestas. Nuestra tribu es la de la cooperación individual en una sociedad globalizada de egoísmo desigual. ¿Tememos que se desmorone nuestro privilegiado primer mundo o el planeta en su conjunto? ¿Nos aterrorizan los virus o que lleguen hasta nuestra casa?

El riesgo de ciertas medidas efectivas, frente a la pandemia, es que sean atractivas y atrayentes hacia un autoritarismo simplista. Se podrían fraguar nuevos grupos tribales. Una especie de coronatribus.

El equilibrio entre un control mancomunado razonable y la libertad individual, solo es posible con mecanismos sociales, democráticos y transparentes. Esa puede ser la gran ventaja de esta crisis. Mejorar, no por cambiar de tribu, sino por fortalecer una administración pública que nos cuida.

Es lo que garantiza el futuro de nuestro clan social. Pero las fieras del libre mercado, del dinero y los datos, siguen al acecho esperando su oportunidad frente a la libertad y lo público. En lenguaje militar, quieren que pasemos del «todo por la patria» a «todo por la salud» ¿Incluso la vida? .

*Psicólogo y escritor