Vivimos en un mundo formado por un amplio abanico de identidades, tejidas a partir de una extensa red de distinciones, en el que todo ocupa el lugar que debe, por lo que nada ni nadie puede estar en dos sitios distintos a la vez. Sin embargo, con la cosa catalana ocurre justamente lo contrario. En efecto, las élites independentistas han asegurado a sus gentes que declararon la república catalana el 27 de Octubre del 2017 a la vez que ante los jueces han defendido que aquello fue una simple proclama política. Por su parte, el stablishment español asegura que aquella declaración y el propio referéndum no tuvieron ningún valor legal a la vez que acusan de rebelión a sus impulsores. En fin, que unos y otros, a pesar de su manifiesta hostilidad, están absolutamente de acuerdo en dos cosas contradictorias: que en Cataluña se declaró y no se declaró la independencia. Este emborronamiento de la lógica de las distinciones es más peligroso para los defensores del orden y atractivo para los amantes de la transgresión que el simple paso de un lado de la realidad al otro. Síganme, por favor.

Entre los amerindios, una distinción que suele emborronarse es la que separa a los depredadores de las presas. En efecto, si bien un humano es presa de depredadores como los espíritus o el jaguar y depredador de presas como los urubúes, no es difícil que mude de posición y vea el mundo unas veces como un jaguar (bebiendo la sangre como si fuera cerveza de mandioca) y otras como un urubú (comiendo los gusanos de los cuerpos en descomposición como si fueran peces asados). Estos movimientos de los agentes por posiciones distintas a las inicialmente asignadas hacen que irrumpa, como sucede con la cosa catalana, la más absoluta indeterminación. Aunque los chamanes habitan sin dificultad estos confusos espacios y resuelven toda clase de problemas desde ahí, el resto de las gentes huyen de ellos. En el caso catalán, si bien la confusión no resulta cómoda para nadie, tiene potencial suficiente para atraer a esos aprendices de chamanes que somos los amantes de la transgresión.

El 25 de Mayo de 2014, el Subcomandante Marcos, después de 20 años con ese nombre decidió abandonarlo y pasar a ser el Subcomandante Galeano, que había quedado vacante porque unas semanas antes los paramilitares habían asesinado a su anterior portador, quien, a su vez, lo había tomado de su admirado Eduardo Galeano, el autor de Las venas abiertas de América Latina. En general, el cambio de nombre, sea por voluntad política o a causa de otra razón, contribuye a generar, como las mudanzas de posición entre los amerindios, un espacio confuso en el que los sujetos viajan por las identidades que sintetizan los nombres y los propios nombres reciben huéspedes distintos.

Beatriz Preciado ha ido bastante más lejos. No sólo ha dimitido del nombre que se le asignó al nacer, sino también del género, al decidir tomar testosterona, hacer los correspondientes trámites burocráticos y pasar a ser a ser Paul B. En el tránsito, según cuenta en Un apartamento en Urano, experimentó cómo un nuevo cuerpo con otra voz se superponía al anterior, cómo su madre pasaba enormes dificultades para (re)presentar a su criatura entre los vecinos y amigos de siempre, cómo las viejas fotos y datos perdían valor entre los funcionarios a pesar de que su nueva imagen fuera todavía ambigua y levantara sospechas, cómo tenía que sortear esos y otros obstáculos burocráticos eligiendo en cada caso la identidad más oportuna, lo cual le obligaba a hablar con el género gramatical correspondiente, a elegir el peinado y vestuario correcto, a extraer la entonación apropiada, etc.

Los queer, bisexuales, transexuales, intersexuales en relación al género y otras muchas subcategorías igualmente indefinidas, como es el amplio abanico de urbano-rurales, la enorme gama de cuerpos funcionalmente diversos, los infinitos matices inter y transculturales, etc., muestran que lo borroso e indeterminado no es en absoluto la excepción. Contiene más cantidad y mayor intensidad de socius que el orden tutelado por las distinciones, pues para cada una de estas se abren infinidad de mundos que rebosan matices y mezclas. Algo parecido ocurre con la Cataluña que en infinidad de grados es y no es independiente. Pero lo mismo sucede en esa democracia en la que las élites apelan a unas gentes de las que no cesan de alejarse, mientras estas solicitan una participación de la que también terminan huyendo. En fin, que el apeiron o lo indeterminado, como sabemos desde Anaximandro, es realmente la base o fundamento de todo.

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Catedrático de Sociología