Viajo de nuevo en el metro camino de la estación de Sevilla, estación situada bajo la égida de los más importantes Bancos de Madrid, y me sorprendo al ver cómo, poco a poco, mi vagón se va llenado de muchachos y muchachas con camisetas de los equipos de fútbol internacionales: Suben hermosas adolescentes con el equipamiento brasileño, con ajustadas camisetas francesas --¡siempre los franceses!-- mostrando sus hermosos pechos a los viajeros agarrotados del vagón donde ya, ante tan bello espectáculo, los músicos rusos ya no tocan el acordeón ni el saxo; todo son ojos hacia las benditas criaturas futbolísticas.

Y suben los mozos tan campechanos y ufanos con sus camisetas futboleras, estos ya con un aire menos deportivo y más tirando al aire rapero, que tanto se lleva ahora.

Todo es fútbol --me dice un abuelillo con cara de pocos amigos-- para qué van a ir a votar y con aire amargo me dice: Así nos va a los rojetes.

--Si señor, le confirmo-- así nos va.

Ahora los futboleros y las futboleras animan a los músicos rusos a que interpreten una canción y estos, obedientes --¡qué remedio!-- acceden gustosos. Tocan un tango y el personal se ponee a bailar radiante y feliz: el vagón se transforma en un "danzing" de vieja escuela y el abuelete y yo envidiamos a los jóvenes que ahora, en esta época, se saltan a la torera muchas reglas prohibitivas y hacen de la vida un sueño perfecto.

--A nosotros ya solo nos queda el resentimiento. Nos deberían masacrar a todos los que vivimos épocas terribles. Somos unos resentidos.

--No se ponga de esta manera, tome una muchacha y baile.

Y una zagaleta rubia lo toma del brazo y se arranca con el tango; todo el mundo mira con asombro a este hombre. Lo baila, dice un entendido, como Fred Astaire.

La emoción y la fiesta suben de tono, de tal manera que cuando me descuido me paso de estación y desemboco en Sol.

Salgo feliz al aire libre y hasta me retraso por las aceras para no llegar pronto al Congreso y que las imágenes hermosas de esta visión en el suburbano, no se desvanezca tan pronto.

Hoy, pienso, ha sido un día para apuntarlo en la agenda y recordarlo de vez en vez.