En sus orígenes, el comienzo del ciclo escolar en Europa estuvo marcado por fechas ligadas a la tradición cristiana, fuertemente enraizada a su vez con el calendario agrícola, base de la economía europea hasta mediado el siglo XIX. Por esta razón, siguiendo el modelo de la universidad italiana de Bolonia, considerada la primera del Viejo Continente (desde que en 1158 el emperador Federico Barbarroja le otorgase el Privilegio Escolástico), las universidades de la Corona de Aragón incorporaron también su costumbre de comenzar el curso escolar el día 18 de octubre, festividad de san Lucas, finalizándolo el 8 de septiembre, día de la Natividad de la Virgen María.

La festividad de San Lucas, apóstol y tercero de los evangelistas de Jesús, marcaba la finalización del ciclo del cultivo de la vid, de gran importancia para los cristianos, por cuanto Jesucristo dijo de sí mismo: «Yo soy la vid verdadera, y como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí». Así se comprende que una adaptación del calendario escolar medieval al religioso y agrícola, subsistiera sin traumas a la modernidad académica del siglo XVIII y la Ilustración, y aún a buena parte del siglo XIX, bien que las realidades políticas y culturales subyacentes sufrieran una radical transformación respecto al Antiguo Régimen.

En el caso concreto de Daroca, cuando el 12 de octubre de 1728 los escolapios llegaron a un acuerdo de apertura de sus escuelas en la ciudad, la comunidad apremió a los religiosos para que abrieran sus aulas el 18 del mismo mes, pues era en el día de San Lucas «cuando comienza la enseñanza christianamente».

Por otro lado, desde el punto docente y educativo, tampoco es casual que el curso escolar principiara por San Lucas (patrón de las facultades de Medicina, pues como médico lo presenta su compañero, el apóstol san Pablo en sus epístolas) quien según sus hagiógrafos: «Enseñó a sabios y a ignorantes, dando libros a los unos y a los otros, en que pudiesen aprender». Asimismo, el de san Lucas está considerado como el evangelio de expresión más culta, literaria y elegante, a la vez que el más comprensible para las gentes sencillas, que en aquellos tiempos carecían casi por completo de instrucción.

ASIMISMO, san Lucas habría estado dotado de un gran sensibilidad para las bellas artes, especialmente la pintura, y así -como pintor de imágenes de Jesús y su madre, la Virgen María- lo representó El Greco hacia 1605 en un cuadro que ahora se puede contemplar en la catedral de Toledo. Hechos, todos estos, que nos ayudan a comprender por qué hace siglos el curso académico comenzaba por San Lucas (18 de octubre, tras la fiesta de la vendimia, y simbólicamente, también de los conocimientos adquiridos el curso anterior) y finalizaba el 8 de septiembre (día de la Natividad) preludio del nacimiento del nuevo curso que habría de llegar, dentro de un bien estructurado ciclo académico de formación científica y cristiana.

*Historiador y periodista