Ya lo han dicho Simón, Repollés y Falo: estamos empezando a doblegar la curva al entrar en un periodo de estabilización, tras la alta incidencia de contagios provocados al levantar las restricciones por los días de Navidad.

Y como todavía la incidencia acumulada de contagios sigue siendo altísima, las soluciones de los responsables de Sanidad no pasan por aumentar el rastreo o que el plan de vacunación sea excelso. Si no que toca flexibilizar el comportamiento social. Entonces, solo queda por preguntar a la consejera Sira Repollés: ¿cuándo llegará la próxima ola? Porque ningún responsable sanitario lo dice con valentía: no sabemos combatir el virus. Ni tampoco dicen que no es posible forzar un confinamiento más estricto o aplicar más medidas restrictivas porque sepultamos la economía. Es más, cuando nos hemos acostumbrado a contar más de 500 víctimas diarias ya deja de ser hasta noticia. Estamos anestesiados. Y eso hace que no haya una corriente de pensamiento que pida ser más estrictos ya que ni una víctima más podemos tolerar.

Casi un año después del inicio de la pandemia no nos escandalizamos con las cifras diarias sino que hasta nos preguntamos cuántas más estamos dispuestos a notificar siempre y cuando podamos oxigenar la economía. La intención de aliviar la ciudad de Zaragoza en próximos días porque su incidencia acumulada está cerca de los 250 casos es una temeridad. Quizá ahora sería el momento de restringir aún más, unos 15 días por ejemplo, para dar margen a la llegada de todas las vacunas, aliviar la situación hospitalaria --variante británica mediante-- y que la próxima ola --que será inevitable-- no sea otra vez tan crítica. No volvamos a cometer el error de siempre. El objetivo de la consejera Sira Repollés debería ser lograr una incidencia acumulada de 50 casos, lo mismo que considera razonable la Comisión Europea y está aplicando Alemania. Porque si no se hace así, la próxima ola llegará antes de lo que nos esperamos.