El aparato de los partidos pesa y mucho. Lo han comprobado estos días buena parte de los socialistas, obligados a renegar de su republicanismo, unos diciendo que ahora "no toca" y otros votando a favor de la abdicación del rey, para no verse aplastados por su pesada maquinaria antes incluso de ponerse en marcha. Y todo a cambio de una leve alusión a las "referencias republicanas" del PSOE (pero compatibles con la monarquía parlamentaria) y a una imprecisa llamada a la "reforma constitucional". En el caso de CiU también se ha dejado sentir el peso y el contrapeso a ambos lados de la balanza, al de Duran i Lleida, absteniéndose, y al de Artur Mas, asistiendo a la proclamación de Felipe VI. Otros partidos, como UPD, han resuelto el dilema con un voto afirmativo, o "muy afirmativo" --según su líder-- pero envuelto en una de cal y otra de arena, para criticar y avalar al mismo tiempo la monarquía. Y si las fuerzas nacionalistas y de izquierdas no han tenido fisuras al respecto, no es porque no tengan su armazón, sino porque este es ajeno a los asuntos de la corona. Hasta los líderes de Podemos han comprobado ya lo importante que es proteger la estructura, por incipiente y transparente que sea, y han evitado ponerla a prueba presentando listas cerradas en vez de abiertas. El que parece haber reforzado la suya entre tanta debilidad ajena ha sido el PP. ¡Quién se lo iba a decir hace unos días! Así, el presidente del Congreso, Jesús Posada, se ha lanzado a insistir en la urgencia de aforar al rey cesante o incluso de blindarlo de por vida, como si fuera un tanque, no sea que algún republicano o ácrata quiera subirlo a la balanza de la justicia, que ya se sabe que es ciega.

Periodista y profesor