Uno de los temas más obsesivos de los negros años del Gobierno del PP fue el de Cuba, a cuenta, sobre todo, del pacto que Aznar mantuvo con los terroristas de Miami --a los que nunca condenó-- y que, entre otras cosas, le financiaron las campañas electorales. Producto de esa obsesión fue la presión de España en la Unión Europea para conseguir endurecer las posiciones políticas respecto a Cuba. Y, de paso, complacer, en esto, al Gobierno de los Estados Unidos.

En esa política se han tergiversado elementales posiciones de soberanía, al tiempo que se creaban dudas en una opinión pública mayoritariamente favorable a la normalización de relaciones con la Perla de las Antillas. En la situación actual no estaría bien que Cuba fuera, una vez más, la compensación al gesto con Irak y con la nación árabe. Cuba y España tienen muy sólidos vínculos históricos que hay que procurar desarrollar y fortalecer.

Por eso, en el momento del cambio tranquilo que tantas ventanas de esperanza está abriendo en todos los rincones del Estado, es el momento de recordar que a Cuba también le toca.

*Profesor de Universidad