El futuro no está escrito. Menos aún cuando el voto parece tan volátil como sugieren las encuestas. Los electores no están a gusto con el destino o la rentabilidad de sus votos. Sus decisiones anteriores no prefiguran necesariamente las próximas. La entropía se multiplica. Nunca en las últimas décadas había costado tan poco invertir una tendencia electoral. Nunca había resultado tan sencillo ganar el gobierno. Ni ser apeado de él.

Todo Occidente está afectado por este síndrome. La globalización, la nueva división de clases que engendra la revolución tecnológica, la genuflexión del poder político ante el financiero, la enajenación de derechos sociales que las clases populares creyeron inalienables, la inseguridad, el miedo, el odio que este alumbra, la búsqueda de refugio en identidades melancólicas....

Europa se encuentra atrapada en una perversa paradoja. Hace un siglo dominaba el mundo, era el centro geoestratégico del planeta, la metrópoli mundial (expoliadora, como todas las metrópolis que han sido), pero se desangraba en cruentas guerras intestinas. Cien años después, es una región sólidamente pacificada, una encomiable rareza mundial por sus estructuras de bienestar social, pero su antiguo poder pasó a mejor vida. Hoy es un cuerpo mustio en vísperas de una amputación desgarradora, un conjunto lastimoso incapaz de culminar políticamente una unión cuya esencia nunca alcanzó en realidad más allá de la ambición de los mercaderes.

Retumban los tambores de la regresión. El aliento del monstruo que dos generaciones de europeos creyeron exterminado vuelve a emponzoñar ciudades y campos, países enteros. Austria, Polonia, Hungría, Italia..., ¿quién es el siguiente? El futuro no está escrito. La presión desestabilizadora de Rusia, China y el antiguo aliado norteamericano es tremenda. La tambaleante Europa social que nació tras las dos guerras mundiales no sobrevivirá a esta megacrisis sin un rearme político de las clases populares arrolladas por el galope ultraliberal. Quizá ni siquiera esto sea suficiente, pero no hay más caminos a la vista. H *Periodista