Cuando usted va a un hospital y le tienen horas en un pasillo, porque una de las plantas está cerrada y no hay camas suficientes, la culpa no la tiene el inmigrante al que usted querría expulsar de este país. La culpa la tiene un futbolista hortera que ayer entró en los juzgados de Madrid de la mano de su novia hortera para recibir una condena de 23 meses de cárcel y una multa de 19 millones de euros por cuatro delitos fiscales. Permítanme la exageración, la culpa no es toda suya, ni exclusivamente suya. Pero culpa, tiene. Y la culpa de que ese futbolista saliera de ver al juez con una espléndida sonrisa es de los seguidores que le esperaban en la puerta vitoreando y pidiendo autógrafos, como si en lugar de salir condenado de un juzgado, saliera de meter un gol decisivo. La culpa de que una multa de 19 millones de euros le parezca al futbolista que no es para tanto, es de quien paga precios desorbitados a estos jóvenes por darle patadas a un balón (esos clubes de Primera) mientras mantienen deudas escandalosas con una Seguridad Social que está dando boqueadas. La culpa, como ven, se encadena. La culpa de que la cifra de la corrupción en España alcance la cifra de 90.000 millones de euros ¡al año! no es del inmigrante pobre que aterriza aquí, sino de individuos que roban a manos llenas y salen del Juzgado condenados pero sonriendo, con una novia de plástico colgada del brazo. Aunque, mejor pensado, la culpa de todo lo anterior la tenemos nosotros, que votamos a quienes culpabilizan a quien menos culpa tiene, y vitoreamos a los que nos chulean el dinero. H *Periodista