Le preguntaron a Felipe González por las próximas primarias del PSOE, y San Dios, casi enfadado, contestó que con tantas cosas tremendas que pasan en el mundo él no está para hablar de naderías. A mamar.

Lo cual te deja con la duda respecto a qué es importante ahora mismo y qué no lo es. Claro, la elección de Trump ha sido una cosa tremenda y no pasa día sin que el machomán americano nos regale alguna barbaridad de proyección viral. Así que los periodistas (pongamos por caso a un servidor) nos ponemos a escribir sobre los presupuestos del Ayuntamiento de Zartagoza, o sobre los últimos acuerdos con Aquitania para intentar la reapertura del Canfranc, o sobre las visitas guiadas al supuesto tesoro que nos devolvió la Generalitat... y tenemos la sensación de estar de vacaciones en Babia. Sobre todo porque las cuentas del municipio cesaraugustano arrastran más ruido que nueces, porque la referida al ferrocarril transfronterizo es una noticia hueca, el eco de un eco de un eco, y porque los objetos devueltos a Sijena no dejan de ser cuatro zarrios.

¿Qué es transcendental? ¿Los escándalos retroactivos protagonizados por el antiguo Rey y Bárbara ídem? ¿El hecho de que este y otros escándalos procedan de la factoria Villarejo, oscuro exmando policial de cuyas trapalas habla todo Madrid? ¿El perdón implícito y en diferido (casi 14 años después) que el Gobierno ha pedido sin pedirlo a las víctimas del Yak? ¿Cómo los oligopolios de la luz y los carburantes han logrado hacer repuntar el IPC, lo cual incrementará aún más la pérdida del poder adquisitivo de trabajadores, pensionistas y clases medias-medias en general? ¿Que Iglesias y Errejón no se pueden ver?

Trump, la verdad, ha llegado para ponernos de los nervios. Y lo más gracioso de todo es que no sabemos (nuestro famoso González tampoco) a dónde nos llevará su radicalidad supremacista. Nadie podía imaginarlo después del brexit y las elecciones en EEUU, pero Wall Street va como un cohete y Gran Bretaña exporta más que nunca. Solo una cosa es segura: nos las están dando.