Ni las encuestas más pesimistas han sido capaces de predecir el fuerte hundimiento electoral de Ciudadanos, que le ha llevado a perder el 57% de los votos.

Tres son las razones que pueden ayudar a entender este batacazo electoral. En primer lugar, su ubicación irracional en un posicionamiento antiSanchez y antiPSOE, lo que le llevó a una política generalizada de pactos autonómicos y municipales con PP y Vox. Esto terminó por desdibujar su imagen de centralidad y de bisagra capaz de hacer posible, a derecha y a izquierda, la gobernabilidad de las instituciones.

Esta forma de proceder, a su vez, ha tenido dos consecuencias no menores: por un lado, a pesar de sus buenos resultados en abril y mayo, acabó teniendo una posición subalterna respecto al PP, no logrando ninguna presidencia ni alcaldía relevante; por otro lado, los poderes económicos y mediáticos no recibieron de buen gusto su obstinación en negar con su abstención la constitución del Gobierno de España, lo que le ha llevado a perder apoyos importantes y el trato de favor en algunos medios.

En segundo lugar, en muchos aspectos (p.e. Cataluña) Ciudadanos ha tenido un mensaje muy similar al del PP y, en bastantes casos, al de Vox. Ante esta tesitura de abandono del centro e indiferenciación ante el PP, el votante ha preferido al partido original y que, a su vez, tenía más posibilidades de acercarse a la mayoría. Eliminada la corrupción de la agenda temática, pocas cosas diferenciaban a ambos partidos.

Y aún se puede añadir un elemento más, específico de Aragón. En el caso de Teruel, donde ha pedido tres de cada cuatro votantes, Ciudadanos había sido capaz de captar en abril buena parte del simpatizante del PAR, que en este caso se ha visto atraído por Teruel Existe.