La decisión de la Consejería de Educación de poner en marcha el próximo curso escolar el banco de libros para los colegios públicos (y opcional para los concertados) ha iniciado su debate con dudas en las familias. Es lógico, se trataba de la primera reunión y deben aclararse las cuestiones que preocupan a lo padres de los alumnos, pero la iniciativa es loable. Supone un ahorro inicial en el gasto de libros para la enseñanza obligatoria y, a la larga, cuando el engranaje esté asentado, hasta la propia consejería podría asumir el coste de renovación de los materiales. Como reclama el director general de Participación Educativa, hay que ser «flexibles» y, eso sí, asegurar la ejecución práctica del nuevo sistema.