Mi admirado Javier Fdez López, dice que la república es decencia. Que más allá de la existencia de las monarquías que subsisten, ese hermoso y confuso pedazo de la historia quiso ver la decencia al frente de la política y la vida pública, que la cultura y la dignidad fueran esenciales para ser, pensar, decir y hacer, y que, aunque nos robaron el sueño, sentó nuevas bases para el futuro. Pero no nos acordamos. La decencia, en su más amplio sentido, es ética cotidiana, compromiso democrático, solidaridad en las ideas, comportamiento abierto y cultura. Y no cuentan. Un modelo público demasiado americano y ocho años de mentira y prepotencia, han avalado una regresión ideológica. Los integristas religiosos de la derecha de siempre, creen que la palabra es suya y que tiene que ver con la sexualidad o incluso el lenguaje. Pero para la mentalidad democrática, decencia es sinónimo de progreso, ética e igualdad. Justo lo que andamos perdiendo. La palabra en vez del grito, el argumento en lugar del insulto y el prejuicio, la igualdad en vez de la competencia, la honradez en vez de la mentira. Esa es la decencia que la izquierda ha de recuperar en dos semanas. Para cambiar las cosas.

*Periodista