Todas las minorías apelan al diálogo. Y todas caen bajo sospecha cuando lo hacen, porque la disposición a dialogar sólo se demuestra sin equívocos cuando se está en el poder. Esa es la hora de la verdad: la ocasión que se ofrece ya a los socialistas para demostrar su talante y la que han perdido, con el gobierno, los populares.

Está por ver lo que harían otros partidos en la misma ocasión, que nunca tuvieron; aunque se les pueda conceder mientras tanto por eso, sólo por eso, el beneficio de la duda a todo riesgo si se prefiere.

Pero sería ingenuo mostrar igual confianza en los populares que, después de hacer lo que hicieron desde el gobierno de Aznar, están por supuesto bajo sospecha mal que les pese a muchos y sin que puedan esperar ahora que se les crea a pies juntillas si piden diálogo en la oposición.

Máxime si el tema es el mismo: agua para todos, y cuando todos recuerdan todavía su firme resolución de hacer por "cañetes" lo que querían y como un "paseo militar" el trasvase del Ebro a donde quisieran.

"Nos queda la palabra", se dijo antes en la izquierda. Pero ya sabemos que cuando la palabra puede hacerse realidad después de llegar al poder, más de uno se pregunta por qué ha de perderse el tiempo en convencer a los que ya se les puede vencer.

He aquí el escollo en el que naufraga la disposición al diálogo de cuantos lo consideran sólo como un medio para sus fines. Pero si éste es Escila, hay otro peligro no menor en el que naufraga la disposición al diálogo: el uso de un diálogo interminable como estratagema para no llegar a nada; es decir, para que no se llegue a hacer desde el gobierno y con la legitimidad que dan los votos de la mayoría lo que se teme desde una minoría "dialogante". Pero entre Escila y Caribdis se abre paso el buen gobierno y aprende la sociedad civil, me refiero a todos los ciudadanos, en qué consiste una democracia participativa.

NO SE PUEDE hacer un trasvase como se hace un desfile militar. Vale. Pero tampoco se puede, es decir, tampoco se debe, bloquear la solución al problema del agua en Aragón utilizando como estrategia el diálogo interminable.

Una minoría ecologista militante, aunque milite por lo que cree y puede que sea la mejor causa, no puede echarse al monte o a la montaña para salvar valores ecológicos a costa del deterioro de valores democráticos.

Hay un desarrollo sostenible y una nueva cultura del agua que merece un respeto. Los tiempos cambian y con los tiempos las necesidades y las soluciones técnicas a los problemas. Puede que los regadíos no fijen la población en los Monegros como se piensa, y puede también que en Zaragoza sigan bebiendo los urbanitas agua de botella aunque les llegue por un tubo agua de calidad desde el pantano de Yesa. Ningún plan hidrológico es perfecto.

Y el Pacto del Agua de Aragón es revisable, por supuesto. Pero hay que suponer también que los planes y los proyectos no son temas sometidos a discusión permanente y que, después de discutir lo que haga falta, habrá que decidir en sede parlamentaria y hacer lo que decida la mayoría. Esas son las reglas de una democracia sostenible.

Y OTRA MUY importante: no tomar decisiones arriesgadas si son irreversibles y no se cuenta con una mayoría cualificada o con el consenso social. Sin olvidar lo que dijo recientemente un hombre en sazón que tiene la experiencia y la madurez de un campesino; me refiero a José Luis Alonso, el nuevo presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), y a lo que afirmó sobre el consenso social que no es nunca "un acuerdo al cien por cien, sino el acuerdo de una inmensa mayoría sobre lo que hay que hacer".

Hágase pues lo que hay que hacer después de hablar y no se maree la perdiz más de lo necesario, porque también es cierto como dijo el refrán que "nunca llueve a gusto de todos".

Aragón es una tierra de libertad, y si algo nos subleva a los aragoneses es lo que nos quieren imponer. Nos hemos opuesto al trasvase del Ebro. Teníamos una causa que creíamos justa y fuerza moral para defenderla. Ha valido la pena.

Pero Aragón es también una tierra de pactos según se dice, y ahora mismo está por demostrar si eso es verdad y si seremos capaces en este país de pactar y de realizar lo pactado en el uso del agua.

*Filósofo