En la Casa Blanca de Donald Trump todo va a velocidad de crucero. Hace cuatro días el presidente estadounidense y el de Corea del Norte se lanzaban lindezas poco diplomáticas del tipo patio de colegio pero con armas nucleares en el arsenal, y dentro de pocas semanas se van a ver las caras, es de suponer que en el mejor sentido de la expresión. Mike Pompeo fue nombrado secretario de Estado el 13 de marzo y dos semanas después, antes de ser confirmado en el cargo, se planta secretamente en aquel hermético país y se entrevista con Kim Jong-un. El encuentro entre Pompeo y Kim es la reunión de más alto nivel desde que la entonces secretaria de Estado de la administración Clinton, Madeleine Albright, se entrevistara en el 2000 con el padre del actual líder.

La sorpresa causada por dicho encuentro en tan insólitas circunstancias ha tapado otro paso importante en la solución de la pugna. Se trata de la confirmación de que hay en marcha una negociación para lograr un tratado de paz que ponga fin formalmente a la guerra de Corea, más de seis décadas después de que acabaran las hostilidades bélicas con un armisticio aún vigente. Aquella contienda en plena guerra fría resultó en la división de la península coreana en dos estados alineados ideológicamente cada uno de ellos con los dos bloques del momento.

Si hay un tratado de paz, la tensión entre las dos Coreas se aliviará enormemente y será sin duda un paso necesario para la reconciliación de los coreanos. Quedará entonces la cuestión más volátil y peligrosa que es la desnuclearización norcoreana a la que Kim dice estar dispuesto a cambio de seguridad. Pese a la espectacularidad de la noticia, en este contencioso todo puede descarrilar en cualquier momento. El propio Trump reconocía que su encuentro con el líder norcoreano podía no llegar a producirse. En este sentido, hay un actor político que algo querrá decir a todo esto: China. Por ahora, Pekín mantiene un estricto silencio dejando que aparentemente parezca que la solución está en un acuerdo entre Washington y Pionyang, ya que a fin y al cabo han sido estos dos países los que se enzarzaron en una escalada, a base de amenazas, como respuesta a ensayos nucleares. Pero si hay acuerdo, el papel del gran país asiático será determinante. Lo será por cuestiones de vecindad con Corea y por ser, junto a EEUU, firmante de aquel acuerdo de armisticio de 1953.