El mundo que nos cobijará en los próximos años es tan desconocido como ajeno. Nadie se imagina cómo serán las relaciones personales. Ni mucho menos las comerciales, financieras o laborales.

Desde que el coronavirus se propagó por todo el planeta no solo nos confinamos para proteger la salud de nuestros vecinos. Sino que nos enclaustramos dejando nuestra vida atrás para ser incapaces de entender cómo será cuando salgamos. Habrá que empezar de cero. O a medias.

Las consultoras no cesan de urdir previsiones de cómo será nuestro día a día en tiempos de coronavirus. Es evidente que será un mundo desconocido por completo. Lo único que se atreven a presagiar es la fase inicial después del confinamiento: la llamada desescalada.

Los bares abrirán a medias centrándose más en desinfectar el local que en preparar las mejores bravas. No será muy comprensible ir de compras para probarte la misma prenda que nadie sabe quién usó antes. ¿Quién se atreverá a encerrarse en un concierto con cientos de personas durante tres horas?

Nuestra vida será a medias. Un sí pero no del todo. Y completamente distinta a lo que conocíamos. Sin embargo, la letra pequeña de cómo será nuestro día a día es la mayor incógnita. ¿Habrá que garantizar una mayor distancia en la barra de los bares o será viable mantener un hotel solo con la mitad de su capacidad? ¿Cómo evitar el contacto o la aglomeración en un paso de cebra?

La configuración de nuestra vida estará marcada por un termómetro, una mascarilla y un gel desinfectante. Es el kit de supervivencia para cualquier contexto social. Y todos evitaremos el contacto físico lo máximo posible.

El Gobierno de España, preocupado por la crisis sanitaria con más de 13.000 víctimas, no adelanta cómo regulará lo que viene. La gestión política para el día después debe cimentarse cuanto antes. No sirve de nada salvar a un país de la propagación de un virus si los ciudadanos no tienen un trabajo para sobrevivir económicamente.

El acierto de los líderes después del confinamiento debe ser clave: con unidad política, una visión de desglobalización y con criterios técnicos. En tiempos de coronavirus quien lidera un Gobierno es el ministro de Sanidad. Nada escapará al filtro sanitario.

La gestión de lo que viene --del día después-- no será sencilla. La situación económica amenaza con ser la peor desde la II Guerra Mundial. ¿Habrá alguien solvente al volante?