Que los divorcios suelen ser, en el mejor de los casos, procesos complejos y a menudo dolorosos es algo obvio puesto que se trata de romper lo más ordenadamente posible una relación de amor, intereses compartidos... e hijos en común. Pero además un tercio de estas rupturas conyugales no se resuelven en un acuerdo entre las partes, sino que dan lugar a verdaderos contenciosos. Es en ese momento cuando la situación de los hijos se hace especialmente vulnerable.

Un juzgado de Zaragoza ha condenado a una mujer por impedir a su ex-marido visitar al hijo de ambos, tal y como estaba convenido. Al hilo de este hecho han salido a la luz otras situaciones similares en las que parejas rotas han convertido a sus indefensos vástagos en rehenes de su particular guerra privada. El incumplimiento de los régimenes de visitas o el impago de las pensiones son las represalias habituales, que producen en los niños afectados traumas y sensaciones absolutamente indeseables.

La Ley debe actuar con rapidez y contundencia, como en este caso habido en Zaragoza. Es preciso que las autoridades garanticen el cumplimiento de los convenios de separación. Sobre todo en lo que a los hijos se refiere. Ellos no deben pagar los platos rotos.