La película María, reina de Escocia, actualmente en cartelera, con Saoirse Ronan y Margot Robbie en los papeles de Isabel de Inglaterra y María de Escocia nos plantea una serie de matices, problemas y conflictos relacionados con el núcleo del poder.

Mucho es el que ambas reinas, primas entre sí, detentaron a finales del siglo XVI (fueron contemporáneas de Felipe II), pero su uso no sirvió para unirlas, y tampoco a sus respectivos territorios, sino para separarlas y aislarlas cada vez más, trazándose entre sus fronteras y estirpes una raya que poco a poco se fue tiñendo con el color rojo de la sangre derramada, incluyendo la de la ajusticiada María.

Como descendiente de los Estuardo, María se consideraba con legítimos derechos al trono de Inglaterra, de ahí que su relación estuviera presidida por la cautela y contaminada por la ambición.

Frente a María, hermosa y sensual, Isabel eligió la soledad y el retiro. Su personaje, hasta cierto punto masculino, inspiraría con el tiempo innumerables réplicas, entre las cuales destacó aquella extraordinaria dramaturgia de Francisco Ors, Contradanza, en cuyo drama, según palabras del maestro desaparecido, «Isabel era una mujer que era un hombre que deseaba ser una mujer».

La película, dirigida por Josie Rourke, se toma numerosas licencias para intentar atraer la historia a un terreno más próximo, simplificando claves shakesperianas y contando con una fastuosa producción, con los bellos paisajes de las tierras altas de Escocia. Dejándose ver gustosamente, en particular para los amantes de los secretos del poder y de la historia, cuyas escocesas páginas afloran envueltas en su dramática relación con Inglaterra.

Que sería durante muchos siglos, hasta que la vieja Escocia cayó conquistada, de embajada a embajador, de reino a reino, legado que ha conferido a los actuales políticos escoceses un sólido argumento histórico a la hora de reclamar su independencia del Reino Unido.

Circunstancia, ventaja con la que no puede contar, por ejemplo, Cataluña, en cuyo pasado, qué más quisiera el historiador Junqueras, no hay otro reino que el de la Corona de Aragón. Jugar a los Estuardos a estas alturas es viajar por el túnel del tiempo en sentido contrario.