El pasado miércoles, el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza Marcos Sanso, un gran experto en diagnosticar situaciones económicas, afirmaba que «el robusto crecimiento económico de Aragón no permitirá bajar del 10% del paro a finales del próximo ejercicio». Era una de las conclusiones del informe sobre las perspectivas empresariales y de coyuntura de la Fundación Basilio Paraíso, perteneciente a la Cámara de Comerio e Industria de Zaragoza. Un día antes, en la presentación del número 65 de la Revista Economía Aragonesa de Ibercaja, la entidad financiera y la patronal pronosticaban que el desempleo estructural será mayor que el de antes de la crisis y que la escasez de profesionales limita ya la reducción del paro en Aragón. Y el jueves de esta misma semana, la Encuesta de Población Activa (EPA) confirmaba el buen momento de la economía aragonesa, situaba la tasa de paro por debajo del 10% en el segundo trimestre del año (9,97% exactamente) y el número de desempleados, 63.900, es incluso inferior en más de 2.000 personas a la cifra que se registraba en el cuarto trimestre del año 2008.

No es que los expertos hayan fracasado en sus previsiones (lo cual no sería extraño porque si se repasan los datos que a lo largo de un año se dan en los distintos informes de perspectivas económicas y se comparan después con la realidad se verá que pocos aciertan). Lo que ha ocurrido es que la industria aragonesa se ha recuperado del bache de hace un par de años y la construcción, la agricultura, las actividades inmobiliarias, el transporte y los servicios, sobre todo el comercio minorista, están teniendo un gran tirón. Eso configura la segunda tasa de paro más baja de España (solo la tiene mejor Navarra) y los nuevos proyectos de sectores como las energías renovables (en cuanto a su puesta en marcha), la agroalimentación y el automóvil, auguran un mantenimiento a la baja de las cifras de desempleo.

Pero el mercado laboral tiene que evolucionar y ahí es donde Aragón puede quedarse atrás. La tendencia hacia la Formación Profesional Dual es clara, el modelo FP++, una apuesta innovadora que añade universidad y empresa a la enseñanza adquirida en los grados, es un acierto, pero el encaje entre la oferta y la demanda debe ser claro.

Además, para evitar el freno a esa recuperación y que muchos de los profesionales tengan acomodo en Aragón, las firmas regionales no deben perder el tren de la llamada industria 4.0, una nueva manera de organizar los medios de producción. Las empresas tienen que afrontar la transformación digital y apostar por esa industria conectada para poder sobrevivir y aprender a gestionar los intangibles de la compañía para ponerlos en valor y cuya protección es aún más clave en esta nueva revolución industrial. Esto supone además conjugar las tareas de muchos profesionales: innovación, ciencia, investigación y desarrollo, logística, exportación. Y todo, con una apuesta decidida por la calidad.

Son unos cambios de mentalidad empresarial hacia donde debe dirigir la mirada el industrial y el empleado. Empresarios y trabajadores más responsables pero también sueldos dignos (y eso que en Aragón el año pasado los salarios subieron un 0,5%, más que el 0,1% de España), contratos reales (no de jornada reducida y luego hacer completa), responsabilidad social corporativa... Y desde la Administración, medidas urgentes para conciliar, apoyo a empresas jóvenes y a la investigación...

Aragón está sentando bien las bases para un mayor impulso económico, pero no solo hacen falta mataderos, molinos de viento y ensambladores de vehículos. Hay que engarzar más a las empresas con la universidad y la tecnología para poder sacar pecho de unos nichos de empleo acordes al siglo XXI y una empresa conectada al mundo. Las incertidumbres están ahí.

*Director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN